Vernon Smith no es un economista típico. No solo por la vistosa “cola de caballo” con que recibió el Premio Nobel de Economía en 2002, sino también porque en sus charlas cita a Hayek, Hume o Adam Smith más que a sus colegas contemporáneos, porque se dedica a la economía experimental – Paul Samuelson mantuvo hasta la octava edición de su texto en 1985 que “los economistas no pueden hacer experimentos” – y porque sus trabajos hacen referencia a la psicología evolucionaria, la neurociencia y los resultados de experimentos con monos capuchinos y chimpancés. Además comenzó su carrera siendo socialista y ahora es un ardoroso partidario de los mercados.
Su infancia transcurrió en Kansas durante la Gran Depresión y fue su madre socialista quien inspiró sus primeras posturas políticas. En Harvard, su profesor E.H. Chamberlin hacía experimentos en los que los sujetos no eran capaces de encontrar el equilibrio competitivo, lo que hablaba a favor de su propia teoría de la competencia monopolística. Cuando Smith comenzó a hacer clases en Purdue, decidió cambiar el marco institucional del experimento de Chamberlin y simular un remate doble con vendedores y compradores como los que se dan en las bolsas de comercio. Sus resultados fueron sorprendentes. No sólo los sujetos encontraban el equilibrio competitivo en pocas iteraciones, sino que además sólo requerían cuatro o cinco participantes - cada uno con información dispersa de ese mercado - para que ello ocurriera. ¡Hasta el día de hoy los profesores de microeconomía enseñan que los mercados para operar eficientemente requieren infinitos actores e información perfecta! La naciente economía experimental mostraba que las condiciones para que los mercados funcionaran podían ser relajadas enormemente: bastaba un marco institucional adecuado, información dispersa entre unos pocos actores y que éstos tuvieran el “software” mental - heredado evolucionariamente - de querer maximizar las ganancias como vendedores o compradores, para que surgiera el orden espontáneo y los sujetos “descubrieran” el precio de equilibrio, es decir, aquel en que a cada uno le va lo mejor posible dado lo que todo el resto trata de hacer. Esto es precisamente lo que decía Hayek. Hace sólo diez años que Smith comenzó a releer a Hayek con detenimiento y a apreciar la profundidad de sus intuiciones y escritos. Esos resultados han sido ratificados cientos de veces en otros tantos experimentos adquiriendo una bien fundada robustez.
En otros juegos, como el del ultimátum o del dictador, que examinan la disposición a compartir una cantidad de dinero entre dos sujetos, Smith pudo constatar que las personas se comportan de manera más egoísta o más colaboradora, dependiendo del contexto en que desarrolla el juego. Si se trata de interacciones sociales, las personas tienden a ser más cooperadoras, y basan su comportamiento en la reciprocidad, y, a medida que las situaciones se hacen más impersonales, las personas tienden a ser más egoístas y competitivas. En las primeras las personas intercambian favores y en las segundas intercambian bienes y servicios; de ahí que la frase de Adam Smith “los seres humanos tienen una tendencia innata al comercio, trueque o intercambio” tiene una validez más universal que la que le dio su autor, si a los bienes y servicios se agregan también los favores.
En los juegos de confianza, los profesores de teoría de juegos siguen los supuestos de la teoría que enseñan, es decir, que las personas maximizan sus intereses en cada intercambio. Sin embargo, terminan con menos dinero que quienes siguen las disposiciones conductuales de reciprocidad, basadas en la confianza. ¡Esos rasgos, diseñados por selección natural, dan mejores resultados que las construcciones teóricas de los investigadores! Es la teoría la que debe ser corregida a la luz de los datos experimentales.
Los monos capuchinos, cuando ven que el experimentador premia a algunos con una uva en vez de un pepino por traerles un objeto (se sabe que la uva es más apetecida que el pepino), se rebelan y arrojan el pepino lejos, como si tuvieran un sentido moral respecto de lo que es justo. Estos experimentos, no realizados por Smith, y otros sí realizados por él, validan la frase de Hume, quien dijo “las reglas morales no son el resultado de la razón”, sino que están mucho más íntimamente ligadas a nuestras inclinaciones instintivas.
Los experimentos de Vernon Smith validan a los mercados, y a las intuiciones de Hume, Adam Smith y Hayek, con evidencia que ha sido reportada, es contrastable y repetible. Lo que Smith ha mostrado no es sólo válido en economía sino en general en todas las ciencias sociales, y, más aún, permite establecer vínculos entre ellas no antes descritos.
7 comentarios:
Alvaro,
Muy interesante; te felicito.
Hay un par de cosas que me gustaría que nos aclararas, cuando puedas...
(Recomiendo colocarles el primer nombre a tus amigos Smith...)
Explícame el remate doble.
Entiendo que tus monos franciscanos son menos racionales que muchos de nosotros —aunque yo conozco algunos... En fin, que me queda claro, que aunque sean monos franciscanos, el que estos monos reconozcan una injusticia, acerca este comportamiento a lo instinctivo para nosotros, los monos sapiens.
Me pregunto, y me contesto: ¿los sapos entienden la justicia? No way, josé.
Entonces es la precaria racionalidad del encapuchado la que le permite darse cuenta de que se lo están pasando por la piedra...
La siguiente pregunta: ¿está este comportamiento hardwired en el mono—en los genes— o es algo aprendido?
Una polola mía tuvo un mono (fíjate en esta aplicación del método científico)— y el condenado era muy... pero muy... listo. (Y, por favor, no se entretengan con ideas de que el mono tenía las patitas negras... ni que yo era una monada... sean serios...)
Y, puedo dar fe, que al mono nadie le enseño a hacer muchas de las cosas que hacía. En fin, mientras más recuerdo a ese mono, menos entiendo por qué se realizan experimentos con monos. Este mono era ladino, embaucador —si tenía a todos los moradores de la casa en jaque, y pobre de la visita ingenua...
Resumiendo, acepto que la justicia es algo que traemos desde hace mucho—está en nuestro cerebro basal.
Ahora, de justicia a reglas morales hay mucho trecho... Tirar el pepino no me parece muy inmoral; pero, claro todo depende...
¿Puedes darnos una definición de regla moral? Me siento perdido...
Ahora, ¿entiendo el meollo, al decir que nuestro cerebrito funciona mejor que la teoría de juegos, para encontrar el precio de equilibrio; y que lo fundamental estaría en nuestra capacidad para colaborar?
Joseph,
Gracias por tu comentario. Trataré de seguir el orden y contestar los temas que planteas.
En cuanto a los nombres, traté de usar Adam Smith para referirme al filósofo del siglo XVIII y Smith solito para el Premio Nobel.
Respecto del remate doble, es el típico de la bolsa, o sea, uno en el que los vendedores vocean un precio, y los compradores otro; si hay coincidencia, se procuce la transacción, y si no la hay, el vendedor o comprador puede vocear un nuevo precio, (en el experimento eso se hace anotando el nuevo precio en la pantalla de un computador) sólo que si es vendedor debe ser uno más bajo que el último precio de venta (ask) y si es comprador, debe ser uno más alto que el último precio de compra (bid). Cada vez que haya una nueva coincidencia se produce una nueva transacción. La información que tienen los sujetos del experimento es sólo respecto de cuántas unidades quiere vender (comprar)cada uno y cuál es el precio mínimo (máximo) al que quieren vender (comprar), por lo que no tienen información de demanda u oferta agregada, ni los precios a los que los otros están dispuestos a vender o comprar. Por eso se dice que la informacion está dispersa.
Por otra parte, el mercado consiste en el conjunto de reglas (las que acabo de describir respecto de cómo se logran las transacciones) que le dan el marco institucional al experimento.
Finamente está el software mental de los seres humanso que hace que los vendedores quieran vender lo más caro posible y los compradores comprar lo más barato posible. Es en esas condiciones y con pocos actores que se logra el equilibrio competitivo.
En relación a los monos y la justicia, lo que quise decir es que ya en especies anteriores a los humanos, como en los monos capuchinos y seguramente no en los sapos, existe una disposición conductual que refleja si algo les parece "fair" o no. Ese mecanismo seguramente lo heredaron los chimpancés y una versión más sofisticada nosotros. Esto quiere decir que no es que razonemos para decir si algo es justo o no, sino que lo "sentimos" así. Por supuesto que en situaciones muy complejas usamos la razón para desentrañar la naturaleza de la situación, y luego nuestro "instinto" de fairness o moral nos indica còmo calificarla.
En general estos experimentos con animales, así como los experimentos con humanos en economía experimental están hechos con mucho cuidado, controlando muchas variables, se han repertido muchas veces, y si bien es cierto que puede haber problemas, éstos no son obvios ni se puede decir que los investigadores hayan descuidado cosas elementales.
Las reglas morales son aquellas con las que calificamos de buena o mala nuestras conductas. Por ejemplo, no matar, no robar, que se puede traducir en "no le quite el juguete a su hermano", que tienen vigencia universal, sin perjuicio de que no sean nunca consdieradas reglas absolutas, y por eso hay ocasiones en que es consideramos legítimo matar. También es una regla moral no hacer trampa y nos enojamos cuando un jugador hace un gol off-side, etc.
Ahora, en relación a tu último punto, que copio a continuación:
"Ahora, ¿entiendo el meollo, al decir que nuestro cerebrito funciona mejor que la teoría de juegos, para encontrar el precio de equilibrio; y que lo fundamental estaría en nuestra capacidad para colaborar?"
No es como tú lo pones. Nuestro cerebro efectivamente funciona mejor que la teoría de juegos, pero no para encontrar el equilibrio competitivo, sino para jugar el juego de la "confianza", porque colabora con el otro por medio de la reciprocidad, en contraposición a lo que hacen los profesores de teoría de juegos, que suponen que cada uno quiere sacar el máximo provecho personal de la siutación a la que enfrenta. O sea, pensar de esa manera los lleva a elegir repartir siempre los veinte billetes en 10 y 10, y nunca en confiar en que el otro repartira 15 -25 por temor a que en realidad lo haga 0 -40. Es decir, la teoría de juegos hace supuestos errados respecto del comprotamiento humano en esos casos, y por eso le va más mal que a los jugadores instintivos.
Es intereante, ¿verdad?
Alvaro,
Gracias por las aclaraciones; sí, muy interesante.
"Finamente está el software mental de los seres humanso que hace que los vendedores quieran vender lo más caro posible y los compradores comprar lo más barato posible. Es en esas condiciones y con pocos actores que se logra el equilibrio competitivo."
...Casi, casi; pero no es así. Los compradores quieren comprar a un precio que les permita vender más caro, y viceversa los vendedores—es posible que compren al precio más caro del momento, y vendan al más barato... Hay seguramente un premio Nobel (y mucho dinero también) para el que logre esta contestacion.
"También es una regla moral no hacer trampa y nos enojamos cuando un jugador hace un gol off-side, etc."
...hace tiempo que no juegas fútbol; yo no me enojo cuando metemos un gol off-side.
(…es el caso del mono al que le tocó la uva)
Respecto del meollo, entiendo que el precio competitivo es el precio resultante (o de equilibrio) cuando no hay reciprocidad. También, me pareció entender que el precio resultante (o de equilibrio) en una economía real necesita considerar el efecto confianza y reciprocidad.
En otras palabras, la contribución de tu amigo, estaría justamente en que logró un modelo mucho más cercano a la realidad económica, al incorporar el concepto de confianza en el modelo de los precios. ¿Estoy entendiendo o no?
Joseph,
Sí, estamos convergiendo en casi todo. Cuando tú dices que los compradores quieren comprar a un precio que les permita vender más caro, eso no es contradictorio con querer comprar lo más barato posible, justamente porque al haber comprado a ese precio y leugo vendan, ganarán la mayor cantidad de dinero. En todo caso, el experimento representa un caso simplificado de lo que puede ocurrir en la más compleja realidad, pero haciendo experimentos sencillos es la única manera de ir avanzando en comprender las cosas. Ahora, si te das cuenta, esto no es colaboración, sino es egoismo, cada uno quiere ganar lo que más pueda a costa del otro. El equilibrio competitivo se produce porque nadie puede mejorar más allá de lo logrado considerando que todos quieren ganar lo más posible.
(Respecto del gol off-side, me refiero cuando lo mete el otro equipo, ahí yo me sigo enojando)
Por otra parte, en el juego de la confianza o "trust game" entre dos personas, no se simula una situación como la que ocurre en el mercado de la bolsa. Lo que se hace es poner a dos sujetos en una situación en la que si actúan con reciprocidad y confianza se obtiene un mejor resultado que si se actúa sobre la base que todos quieren sacar el máximo provecho. El equilibrio de Nash del juego, el que los profesores de teoría de juegos calculan, expresa mal la mejor opción, porque la mejor es confiar y actuar con reciprocidad. La paradoja está en que puede que el otro no reciproque y te deje sin nada.
La vida está hecha de colaboradores y de "free riders", y eso es lo que hace compleja la sociedad y por eso existen los dilemas de si confiar o no en el otro.
un abrazo,
Me extraña que cites a Nash como un ejemplo de las teorías de juegos que menosprecian la colaboración—al menos, la escena del bar de la película “The Beautiful Mind” justamente apunta a la optimización de los beneficios del grupo a traves de la colaboración… Algo así como el óptimo de Pareto… el óptimo global es mayor que la suma de los óptimos parciales…
Si mal no recuerdo, Nash y dos amigos, ven a tres muchachas en el bar. Obviamente, los tres se prendan de la más bella. Entonces, aquí Nash interviene, y les dice: “Si nos peleamos por la bonita, nadie va a lograr acostarse; en cambio, si dejamos que ellas elijan, entonces, hay una buena probabilidad de que todos nos acostemos”. Claro, sólo uno de ellos logra lo que quería, la bonita; pero, los restantes consiguen algo mejor que nada. No sé, aquí yo vi confianza y reciprocidad… ¿O, es qué en mi aburrida imaginación, estoy dejando afuera algunas posibilidades más interesantes y mejores recompensas?
Joseph,
Esta es la definición de equilibrio de Nash:
If each player has chosen a strategy and no player can benefit by changing his or her strategy while the other players keep theirs unchanged, then the current set of strategy choices and the corresponding payoffs constitute a Nash equilibrium.
O sea, el equilibrio de Nash se produce cuando un jugador no logra mejorar su situación si cambia unilateralmente su estrategia sin que los otros cambien la de ellos. Si el jugador 1 elige no repartir los 20 billetes 10 -10, sino que elige cambiar y darle el turno al jugador 2, y este elige 0 -40, entonces el jugador 1 empeoró su situación al cambiar su estrategia. (Antes el jugador 2 sólo era un espectador porque nunca le rtocaba jugar) Por eso, repartir los 20 billetes 10 - 10 es un equilibrio de Nash.
Alvaro,
¡Que decepción! Tienes razón, el óptimo de Nash es no cooperativo—ni es Paretiano.
Aquí encontré un sitio donde explican con ejemplos las particularidades del postulado de Nash, comparándolo con otras estrategias de juego.
http://www.rh.edu/~stodder/BE/IntroGameT.htm
Entonces, Pareto cobra más valor—que hace mucho lo veo como el norte que lleva la humanidad. Vemos como poco a poco, se aglutinan los países en regiones cada vez más grandes; la comunidad europea, los TLC.
Pero, es sorprendente darnos cuenta, que nuestros genes ya aprendieron y lleven inscrito el óptimo de Pareto —o que el óptimo del grupo es mayor que la suma de los individuales; lo que a su vez, implica cooperación, confianza y reciprocidad. ¡Wow!
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