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lunes, febrero 26, 2007

ORIGENES EVOLUCIONARIOS DE NUESTRO INTERES EN LA FARANDULA

La farándula acapara los medios: la televisión, con sus programas de conversación en los cuales figuras de los distintos canales se invitan unas a otras para "pelar" a sus colegas, presentes o no, indagando sobre su vida sentimental, sus rivalidades recíprocas, sus debilidades emocionales e intelectuales, tienen alta sintonía; los medios escritos y también los orales se cuelgan de ello, para seguir esas disputas en esos canales de expresión, y la ciudadanía se solaza en una especie de gran pelambre colectivo que enfurece a los más graves - la televisión es para cosas más importantes, aseveran con el ceño fruncido -, permite el abandono relajado a esas prácticas de los trabajólicos y llena los tiempos muertos de quienes no tienen mucho que hacer.

Las teorías sobre por qué la farándula acapara tanto interés abundan: que es un deporte nacional - ¿no lo es en otras latitudes ? -, que es una demostración de la codicia de los medios por obtener dinero fácil - ¿cómo podrían ganar dinero si las personas no se interesaran en ella? -, que es una cultura impuesta que nos rebaja como país - ¿quien la impone, si hay tantas opciones de ver otros canales, leer otras cosas o sencillamente realizar otras actividades y aún así la gente la sigue? - ninguna de las cuales parece tener un sustento razonable.

¿Qué es lo que hace que las personas se interesen por el chismorreo? ¿Por qué el "pelambre" parece ser tan atractivo para todas las personas? Como en todas las actividades humanas que sigan un cierto patrón común, es necesario preguntarse cuáles serían las razones evolucionarias para que ese patrón de conducta se dé, es decir, cuáles pueden haber sido las condiciones en las que vivieron nuestros antepasados cazadores-recolectores que los instaron a sentirse impulsados a "chismorrear", y por qué ello habría quedado incorporado en el pool genético de nuestra especie.

Pues resulta que hay muy buenas razones para ello. En efecto, esto es lo que ocurre. Una de las actividades más importantes para los seres humanos es el apareamiento, es decir, la conformación de pareja, pues es lo que permite que las personas se reproduzcan exitosamente. Debo recordarles que los seres humanos nacen particualrmente indefensos, (porque para que su cráneo quepa por el canal uterino al momento del parto éste debe ser suficientemente pequeño, dando lugar a esa indefensión, y por ello su crecimiento y desarrollo continúa una vez nacido) y requiere, y requería con áun más razón en los tiempos ancestrales, del extremo cuidado de la madre y también de algún cuidado del padre. Este último ayudaba en la defensa de la familia y en la obtención de alimento. De ahí la importancia de ambos miembros de la pareja para que la reproducción fuese exitosa, y la cuidadosa selección (más las mujeres que los hombres) que las personas hacen para elegirla.

Para aparearse las personas requieren conocer a sus potenciales "medias naranjas" y esa información la obtenían, además de la observación directa, de lo que otras personas le contaban sobre ellas, que les permitia concerlas en facetas distintas. Pero, como en muchas actividades humanas, la transmisión de esa información tiende a hacerse de manera manipulativa, para favorecer a quien la entrega en contra de quien la recibe. Una mujer le puede contar a su grupo de mujeres que tal mujer es particularmente promiscua ("esa es una puta"), aunque no sea cierto, porque así aleja de ella al hombre que le interesa. Un hombre podría difundir la idea que su rival era un holgazán ("ese es un buena para nada"), para que no resultara atractivo a la mujer que a él le interesa. No toda esa transmisión de información tenía que ser necesariamente falsa o trastocada. Pero lo que sí queda claro, es que el traspaso de información respecto de todos los miembros del grupo en el que se convive, y respecto de otros grupos vecinos, era una actividad importante para la formación de parejas, para que los padres se preocuparan con quienes se relacionaban sus hijos, y de esa manera, el hablar, pelar o chismorrear sobre otros se transformó en un rasgo característico del comportamiento humano.

En un libro notable, Robin Dunbar, ( "Grooming, Gossip and the Evolution of Language" , o sea, "El acicalamiento, el pelambre y la evolución del lenguaje"), el autor despliega una muy persuasiva hipótesis sobre las presiones de selección que impulsaron la aparición del lenguaje entre los humanos. El demostró que la relación entre la proporción de corteza cerebral respecto del volumen del cerebro de los animales es directamente proprocional al tamaño del grupo en el que esos animales se desenvuelven. Mientras más grande el grupo, mayor es el desarrollo de la corteza respecto del resto del cerebro. Ello, a su vez, dice Dunbar, es así porque la necesidad de modular las conductas que mantienen a ese grupo unido requiere de patrones de comportamientos crecientemente más complejos, y, en consecuencia, más corteza. En el caso de nuestros antecesores, los chimpancés, estos se relacionan entre sí por medio del acicalamiento, esa suerte de rascarse mutuamente, que mantiene la cohesión del grupo. (Por supuesto que sobre eso están las conductas maquiavélicas de los machos alfa y todo lo demás que conocemos). En el caso de los humanos, las presiones para relacionarse en grupos más grandes - los chimpancés operan en grupos de 20 a 25 individuos y los humanos habrían convivido en grupos de unos 150 individuos - seleccionaron las mutaciones que dieron lugar a nuestro mayor volumen cerebral, y al desarrollo del área de Brocca, entre otras, que permitió la aparición del lenguaje. El lenguaje operó como un aglutinante del grupo humano, y eso era adaptativo, pues permitía que esos grupos más grandes tuvieran un mayor éxito reproductivo que si no viviesen en grupos y la pareja estuviese sola con sus hijos.

Fue en ese ambiente, en que el "pelambre" y el "chismorreo" se transformaron en la fuente de información respecto del otro que cada uno utilizaba para elegir pareja (además de las observaciones propias), o tal vez para ayudar a elegir pareja a sus hijos o a otros seres queridos, y, en consecuencia, también permitieron distorsionar o modificar para el interés de cada uno la información entregada. Esa transimisión de información, trasparente en ocasiones y maquiavélica en otras, es una disposición conductual humana que está incorporada a nuestra circuitería neuronal, y forma parte de nuestro pool genético, conducta a la que, hoy en día, llamamos pelambre o chismorreo.

Por eso, no debemos extrañarnos que ello resulte tan atractivo para las personas, que los diarios que se dedican a ello hagan un buen negocio, que la televisión tenga programas de farándula que tengan tanta audiencia, y que eso no pueda modificarse de manera sencilla. Tenemos una tendencia ancestral a ser chismosos. y, ojo, eso es válido tanto las mujeres como los hombres, aunque puede que los temas sobre los que chismorrean uno y otro sexo no sean los mismos.

viernes, octubre 27, 2006

La Postura Intencional

¿Has escuchado a los políticos decir que ellos no "califican intenciones" sino que bla, bla, bla...?

Me gustaría argumentar que eso es completamente falso, no porque yo sea capaz de saber lo que piensan los políticos, sino porque voy a afirmar, y espero convencerte que es cierto, que los humanos se pasan la vida casi exclusivamente calificando intenciones.

Si lo piensas bien, nuestro lenguaje es todo intencional, los verbos que usamos son casi todos intencionales. Suponte que yo quiero describir el intercambio de un objeto x entre dos personas, para lo cual puedo decir: le pasó x, le regaló x, le prestó x, le arrendó x al otro, o bien, le extrajo x, le quitó x, le pidió x al primero, o bien, compartió x, robó x o escondió x. Todas esas expresiones se refieren al intercambio de un objeto entre dos personas, y si las miramos desde un punto de vista físico, no hay diferencias entre ellas, puesto que la mirada objetiva de lo que ocurrido con la configuración de partículas que constituye x es que se ha movido de un sujeto al otro. Sin embargo, desde el punto de vista de las intenciones, cada una de esas descripciones se refiere a situaciones completamente distintas.

La razón de ello la da el filósofo Daniel Dennett en su libro "The Intentional Stance". El dice que si queremos tratar de predecir lo que ocurrirá cuando hay un vaso muy cerca del borde de la mesa y está a punto de caerse, adoptamos la postura física, o sea, supondremos que el vaso caerá de acuerdo a las leyes de la mecánica clásica (de Newton) e incluso podremos calcular su trayectoria, velocidad de caída, tiempo que se demora en llegar al suelo, etc. Pero, si queremos predecir el comportamiento de un reloj despertador cuya alarma ha sido fijada para las 7 AM, no nos sirve la postura física, y lo que debemos hacer es adoptar la postura de diseño, o sea, suponer que el reloj - todas cuyas partes se comportan de aucerdo a las leyes de Newton - ha sido diseñado de tal manera que cuando la manecilla horaria llegue a las 7 y la minutera llegue a las 12 entonces sonará la alarma del despertador. A pesar que las partes del reloj siguen las leyes de la física, es necesario conocer el diseño de ese aparato para poder predecir su comportamiento. Finalmente, dice Dennett, si queremos predecir el comportamiento de una persona, no nos sirven ni la postura física ni la de diseño, sino que tendremos que adoptar la postura intencional, o sea, suponer que la conducta de esa persona dependerá de sus intenciones. Cuando miramos a alguien, su mirada, o nuestra lectura de esa mirada, es lo que nos permite predecir su comportamiento, pues calificaremos cuáles son sus intenciones.

En la postura física y de diseño, hay una trayectoria única de eventos que conducen a la predición que hacemos. En el caso de la postura intencional no es así. Por ejemplo, supon que te invito a almorzar y quedamos de juntarnos mañana a las 2 de la tarde en el Rivoli. Si yo quisiera predecir lo que harás mañana a partir de las 13:30 hrs., suponiendo que a esa hora estás en tu oficina y que ella se encuentra en Providencia, yo podría decir que a esa hora te levantarás y caminarás siguiendo la ruta más lógica que se me ocurra pensar desde tu oficina al Rivoli. Pero yo no puedo saber que mañana te levantaste de tu escritorio a las 12:30 y fuiste primero a una relojería que está en el Parque Arauco a revisar lo que le pasa a tu reloj y que luego te fuiste en auto hasta el estacionamineto subterráneo de Providencia y de ahí llegaste al Rivoli a las 14 hrs. de todos modos. Hay innumerables maneras de que tú llegues al Rivoli a las 14 hrs., y lo único que yo puedo predecir es que llegarás a esa hora al Rivoli pero no puedo predecir cómo lo harás.

Entre paréntesis, el hecho que haya innumerables maneras de cumplir con una intención, tiene consecuencias cruciales en las diferencias de los sistemas legales sajones, basados en la jurisprudencia, de los basados en los sistemas formales como el código napoleónico. Pero eso es harina de otra "entrada".

Con ves, lo que hacemos las personas todo el tiempo es juzgar las intenciones de otros. Lo hacemos cuando queremos seducir a nuestra pareja, cuando estamos negociando un contrato con nuestra contraparte, cuando estamos diseñando una campaña publicitaria y tratamos de adivinar las intenciones de nuestros consumidores, cuando un político hace campaña política por la misma razón, cuando miramos a la gente mientras caminamos por el paseo Ahumada y así evitamos chocarnos, etc, etc.

El tener la capacidad de calificar o juzgar las intenciones de otros es una de los rasgos más importantes de nuestra estrucutura psicológica. Se llama "teoría de mente" y describe esta capacidad que tenemos los humanos (humanes, en el lenguaje del español Mosterín) para leer la mente de los otros y poder decir cosas como "Pedro cree que Juan está enojado", o "Antonio sabe que Pedro cree que Juan está enojado", o "María y yo vemos que viene un auto por la calle", etc. Si no tuviéramos esa capacidad, nuestra interacción sería prácticamente inexistente. .. Piénsalo un poco. Es más, como esa capacidad es tan importante para poder convivir en grupos, y como para poder tener esa capacidad tenemos que tener nosotros una mente con intenciones, o sea , tenemos que tener "conciencia", hay algunos pensadores (por ej, Nicholas Humphrey) que sostienen que esa fue una de las presiones de selección que impulsó la aparición de la conciencia en los seres humanos, desde los primeros atisbos ya insinuados por los chimpancés.

Por eso te dije al comienzo, con tanta seguridad, que los políticos están equivocados cuando dicen que ellos no califican intenciones. Es prácticamente lo único que hacen,.... y nosotros .... también.

martes, octubre 17, 2006

Sernam y Género

El gobierno de Michelle Bachelet instauró la igualdad de "género". Las remuneraciones que paga el estado a sus funcionarios están sujetas a un bono por desempeño, en el cual se pondera con un 20% los criterios de "género" aplicados en el trabajo. Otros dicen que hay que combatir las diferencias de "género" en el mundo laboral.

Por otra parte, en el ramo de castellano se habla del "género" masculino o femenino de un sustantivo. Por ejemplo luna es de "género" femenino y sol de "género" masculino. También se habla de concordancia de género cuando el adjetivo y el sustantivo tienen el mismo género (masculino o femenino). No hay concordancia si uno dice "luna blanco" o "sol roja", y sí hay concordancia si se dice "planta alta" o "piso bajo".

También se habla de género en la clasificación biológica de las especies: reino, tipo, clase, orden, familia, género y especie. ¿Se acuerdan de eso?

¿A qué se refieren las personas cuando hoy en día hablan de "género"? En general, creo yo, a la primera de las acepciones. O sea, a la acepción que está implícita en la afirmación de la presidenta Bachelet que este gobierno tiene un ministerio con paridad de "género". ¿Es el "género" así entendido un sinónimo de sexo? Es decir, afirmar que el gobierno tiene paridad de sexo, ¿quiere decir que tiene iual número de mujeres que de hombres a cargo de los ministerios? Bueno, si uno lo juzga a partir de la definción de género que da el Sernam, no.

En efecto, esta es la definción de género que da el Sernam:

"Género es el conjunto de actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que a través de un proceso de construcción social diferencia a los hombres y a las mujeres"

¿Qué entienden Uds. por esto? Yo diría que lo que ahí se dice es que en el proceso de socialización de las personas, éstas toman una forma masculina o femenina según como ese proceso las haya construido, lo que dependerá del tipo de interacciones a que hayan sido sometidas a lo largo de él. En otras palabras, debemos entender que las mujeres y los hombres son el resultado de un proceso de construcción social, que hace que las personas que tienen sexo femenino - por pura convención social - y las personas que tienen sexo masculino - también por pura convención social - son sometidas a un tipo de interacción social que genera en ellas "actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades" de género femenino o masculino respectivamente. Esto significa que si no fueran sometidas a ese tipo de interacciones, entonces sería perfectamente elegible el tipo de género que tendrían, ya sea por parte de los padres, del colegio o de algún otro ente que intervenga en el proceso de socialización de esas personas, según el tipo de interacciones a quese les someta.

¿Alguien compra eso? Les puedo asegurar que los científicos evolucionarios no.

Las diferencias conductuales básicas entre hombres y mujeres provienen de las distintas estrategias que ambos sexos tuvieron que seguir para poder sobrevivir, reproducirse y lograr que sus hijos llegaran a edad reproductiva. Y las estrategias fueron distintas producto de la biología de la especie. Fíjense.

La gran diferencia entre hombres y mujeres es la diferencia en inversión parental que cada sexo debe hacer para tener éxito reproductivo. Las mujeres debieron (en los tiempos en que éramos cazadores-recolectores) producir óvulos (células grandes y complejas), fecundarlos, llevar adelante un embarazo, sobrevivir a un parto y continuar con una lactancia.

En contraste con eso los hombres producen espermios (pequeños y abundantes), y en principio les basta un coito para reproducirse. En realidad no es así, pues aquellos hombres cuyos genes no los inducían a cuidar a su pareja y ayudar a la alimentación y protección de sus hijos tuvieron menos éxito reporductivo que aquellos que sí lo hicieron. Alguna inversión paternal hacen los hombres.

Eso hace que el recurso escaso sea la inversión maternal (la mujer sólo podía tener a lo más unos 8 embarazos exitosos puesto que la lactancia duraba unos 3 años durante los cuales no ovulaba) y el recurso abundante es la disposición de los hombres a tener sexo y aportar espermios, pues en teoría podría tener miles de coitos reprouctivos en su vida. Eso conduce a que sean los hombres los que compiten entre ellos por acceso a esos recursos escasos, y por eso el cortejo tiende a ser iniciado por los hombres.

A su vez, como la biología de la mujer oculta el momento de la máxima fertilidad (al revés de otras especies, en que la máxima fertilidad se da con signos físicos externos visibles), pues la ovulación se produce aleatoriamente al interior del ciclo ovulatorio entre el día 6 y el 20, los hombres nunca podían estar seguros de su paternidad, y como no querían cuidar hijos de terceros, se preocupaban especialmente de que su pareja fuera poco promiscua. (Hasta el día de hoy entre las mujeres cuando quieren denostar a una rival se refieren a ella como "puta" que quiere decir promiscua, pues eso la hace menos atractiva como pareja a la psiquis evolucionada de los hombres). El hecho que los hombres compitan entre ellos por acceso al sexo (o por la inversión maternal si Uds. quieren) se debe a la biología recién descrita, porque en las pocas especies en que la mayor inversión parental la hace el macho (como en ciertos caballitos de mar y pulpos) entonces son las hembras las que compiten y acosan a los machos. (Al final es un problema de ecasez de recursos).

Las mujeres buscan en los hombres, simplificando, 3 cosas: aspecto físico, sinónimo de buenos genes para traspasar a sus hijos, estatus (jerárquico, financiero o de poder) que asegura un mejor futuro para su prole y disposición a la inversión paternal (que sea un buen padre). Los hombres buscan juventud (sinónimo de fertilidad), compiten por desplegar esas cualidades , particularmente por el estatus, y por eso trabajan tanto, para tener más dinero, para tener una mejor casa o auto, para escribir las mejores novelas, o pintar los mejores cuadros, o tener las mejores publicaciones científicas, etc. Ese esfuerzo es el combustible que alimenta el continuo avance de la humanidad a tener más bienes, a desarrollar nuevas tecnologías, etc. Eso hace que los hobres sean, en promedio, más agresivos, más competitivos, que les gusten las posiciones de dominancia, todo ello mediado a través del sistema hormonal. (los hombres están envenenados por testorena, según mi señora)

A las mujeres, en cambio, el riesgo no les paga; por el contrario, lo que le conviene es no correr riesgos, porque ello puede afectar a su prole. El hombre puede tener miles de coitos reproductivos, y la mujer un máximo de 8, como ya vimos, y por lo tanto, no puede malgastarlos.

Y así podría continuar con las diferencias en lo que produce más celos o en la elección de tranajos. Todas estas diferencias conducutales no son culturales, Todas ellas provienen de la biología recién descrita.

¿Creen Uds. que las diferencias entre hombres y mujeres son consturidas socialmente como dice el Sernam, o tendrá algo que ver la biolog´+ia de la especie como acabo de insinuar?

lunes, octubre 16, 2006

Más sobre Vernon Smith y la Economía Experimental

Vernon Smith no es un economista típico. No solo por la vistosa “cola de caballo” con que recibió el Premio Nobel de Economía en 2002, sino también porque en sus charlas cita a Hayek, Hume o Adam Smith más que a sus colegas contemporáneos, porque se dedica a la economía experimental – Paul Samuelson mantuvo hasta la octava edición de su texto en 1985 que “los economistas no pueden hacer experimentos” – y porque sus trabajos hacen referencia a la psicología evolucionaria, la neurociencia y los resultados de experimentos con monos capuchinos y chimpancés. Además comenzó su carrera siendo socialista y ahora es un ardoroso partidario de los mercados.

Su infancia transcurrió en Kansas durante la Gran Depresión y fue su madre socialista quien inspiró sus primeras posturas políticas. En Harvard, su profesor E.H. Chamberlin hacía experimentos en los que los sujetos no eran capaces de encontrar el equilibrio competitivo, lo que hablaba a favor de su propia teoría de la competencia monopolística. Cuando Smith comenzó a hacer clases en Purdue, decidió cambiar el marco institucional del experimento de Chamberlin y simular un remate doble con vendedores y compradores como los que se dan en las bolsas de comercio. Sus resultados fueron sorprendentes. No sólo los sujetos encontraban el equilibrio competitivo en pocas iteraciones, sino que además sólo requerían cuatro o cinco participantes - cada uno con información dispersa de ese mercado - para que ello ocurriera. ¡Hasta el día de hoy los profesores de microeconomía enseñan que los mercados para operar eficientemente requieren infinitos actores e información perfecta! La naciente economía experimental mostraba que las condiciones para que los mercados funcionaran podían ser relajadas enormemente: bastaba un marco institucional adecuado, información dispersa entre unos pocos actores y que éstos tuvieran el “software” mental - heredado evolucionariamente - de querer maximizar las ganancias como vendedores o compradores, para que surgiera el orden espontáneo y los sujetos “descubrieran” el precio de equilibrio, es decir, aquel en que a cada uno le va lo mejor posible dado lo que todo el resto trata de hacer. Esto es precisamente lo que decía Hayek. Hace sólo diez años que Smith comenzó a releer a Hayek con detenimiento y a apreciar la profundidad de sus intuiciones y escritos. Esos resultados han sido ratificados cientos de veces en otros tantos experimentos adquiriendo una bien fundada robustez.

En otros juegos, como el del ultimátum o del dictador, que examinan la disposición a compartir una cantidad de dinero entre dos sujetos, Smith pudo constatar que las personas se comportan de manera más egoísta o más colaboradora, dependiendo del contexto en que desarrolla el juego. Si se trata de interacciones sociales, las personas tienden a ser más cooperadoras, y basan su comportamiento en la reciprocidad, y, a medida que las situaciones se hacen más impersonales, las personas tienden a ser más egoístas y competitivas. En las primeras las personas intercambian favores y en las segundas intercambian bienes y servicios; de ahí que la frase de Adam Smith “los seres humanos tienen una tendencia innata al comercio, trueque o intercambio” tiene una validez más universal que la que le dio su autor, si a los bienes y servicios se agregan también los favores.

En los juegos de confianza, los profesores de teoría de juegos siguen los supuestos de la teoría que enseñan, es decir, que las personas maximizan sus intereses en cada intercambio. Sin embargo, terminan con menos dinero que quienes siguen las disposiciones conductuales de reciprocidad, basadas en la confianza. ¡Esos rasgos, diseñados por selección natural, dan mejores resultados que las construcciones teóricas de los investigadores! Es la teoría la que debe ser corregida a la luz de los datos experimentales.

Los monos capuchinos, cuando ven que el experimentador premia a algunos con una uva en vez de un pepino por traerles un objeto (se sabe que la uva es más apetecida que el pepino), se rebelan y arrojan el pepino lejos, como si tuvieran un sentido moral respecto de lo que es justo. Estos experimentos, no realizados por Smith, y otros sí realizados por él, validan la frase de Hume, quien dijo “las reglas morales no son el resultado de la razón”, sino que están mucho más íntimamente ligadas a nuestras inclinaciones instintivas.

Los experimentos de Vernon Smith validan a los mercados, y a las intuiciones de Hume, Adam Smith y Hayek, con evidencia que ha sido reportada, es contrastable y repetible. Lo que Smith ha mostrado no es sólo válido en economía sino en general en todas las ciencias sociales, y, más aún, permite establecer vínculos entre ellas no antes descritos.

viernes, octubre 13, 2006

Confianza y Naturaleza HUmana

Hace un par de semanas estuvo en Chile el Premio Nobel de Economía 2002, Vernon Smith, invitado por el CEP. Como yo lo conocía desde el 2001 cuando lo invité a Chile a un ciclo de conferencias que organicé ese año, aproveché de invitarlo a comer a la casa con un grupo de destacados invitados. Fue un verdadero privilegio.

Smith es una de las personas que desarrollaron la economía experimental, una disciplina que ha permitido averiguar más sobre los comportamientos humanos en el área económica.

En la conferencia que dio en el CEP contó el siguiente experimento, llamado el juego de la confianza o "trust game". Supongan Uds. un juego en que hay dos personas. El juego consiste en ofrecerle la oportunidad de jugar a la primera de ellas, a quien se le entregan veinte billetes de mil pesos, y se le dice que tiene que elegir entre dos opciones:

a) la opción 1, que implica repartir esos veinte billetes con el otro jugador de manera equitativa. (10 billetes para cada uno), o

b) la opción 2, que significa darle el turno al jugador 2.

A su vez, cuando el jugador 2 recibe el turno, los veinte billetes de mil pesos se duplican a 40 billetes, con los cuales tiene también dos opciones:

i) entregarle 15 billetes al jugador 1 y quedarse con 25 billetes, o bien,

ii) quedarse con los 40 billetes y no entregarle nada al jugador 1.

¿Cómo se comportan las personas cuando se enfrentan a este juego? ¿Cómo deberían comportarse?

Bueno, la teoría de juegos dice que el jugador 1 debería repartir los 20 billetes con el otro jugador, para no correr el riesgo que éste, a continuación, se quede con todo el dinero. En la jerga de la teoría de juegos, se dice que la opción a) se llama "estrategia dominante", o de equlibrio de Nash, porque jugar algo distinto no asegura mejorar ese resultado (de hecho lo que puede ocurrir es emperorarlo, terminando el jugador que no sigue esa estrategia sin nada). Es, por lo tanto, la mejor opción.

Pues bien, cuando se hacen experimentos con estudiantes de pregrado sometidos a este juego, los resultados son interesantes:

La mitad de los sujetos efectivamente elige la opción a) como predice la teoría, y la otra mitad permite a 2 jugar. Y, curiosamente, cuando eso ocurre, sólo el 25% de los jugadores 2 se queda con los 40 billetes, pues el otro 75% elige repartirlos entregándole 15 a 1 y quedándose con los otros 25.

¿Qué signfica eso? ¿Qué está pasando? La interpretación de Smith es que como las personas tenemos la capacidad de "leer" la mente de otros, (en jerga científica eso se llama teoría de mente o theory of mind) los jugadores 2 se dan cuenta que les toca jugar sólo porque los jugadores 1 tuvieron confianza en ellos, sacrificando la seguridad de quedarse con 10 billetes, en la esperanza de obtener 15. A su vez, los jugadores 2, actuando con reciprocidad, les devuelven el favor repartiendo los billetes entre ambos (en un 75% de los casos) y sólo se aprovechan de la situación en un 25% de los casos.

Pero, escuchen esto. Smith también ha realizado el experimento con profesores de teoría de juegos. Y, ¿saben qué pasa? Lo que sucede es que ellos lo juegan conforme a la teoría que enseñan, y, por lo tanto, todos reparten los veinte billetes con el otro jugador y nunca le dan la oportunidad al jugador 2 que juegue, para que no tenga la opción de llevarse todo. En consecuencia, como dice Smith, los profesores de teoría de juegos terminan con 10 billetes cada uno, y, en cambio, los estudiantes de pregado terminan, cuando son jugadores 1, con 11,25 billetes en promedio (25% de las veces sin nada y 75% de las veces con 15) y los jugadores terminan, en promedio, con 28,75 billetes (25% de los casos con 40 y 75% de los casos con 25). Es decir, a los profesores de teoría de juegos, que juegan conforme a la teoría, les va más mal que a las personas que juegan conforme a sus instintos de reciprocidad, aprendidos evolucionariamente a través de las generaciones.

¿Cómo es posible que la evolución por seleccioón natural, que instaló la reciprocidad en nuestra circuitería neuronal, genéticamente transmitida, sea superior a la teoría desarrollada por grandes matemáticos, que utilizan la razón y demuestran teoremas?

Bueno, lo que ocurre es que la teoría parte de supuestos errados. La teoría de juegos supone que las personas siempre se comportan tratando de maximizar oportunísticamente los resultados de cualquier interacción. Y lo que la psicología evolucionaria ha demostrado es que las personas también se comportan con reciprocidad, o, de acuerdo a los que biólogos llaman altruismo recíproco. Esto quiere decir que las personas intercambiamos favores, ayudamos a otros y luego recibimos favores de vuelta, les prestamos nuestra máquina de cortar pasto al vecino y luego él nos pasa las entradas para el fútbol cuando debe salir fuera de la ciudad, pero también, cuando invitamos a nuestros amigos a comer y nunca recibimos una oinvitación de vuelta, dejamos de invitarlos. Las amistades y el amor, se basan en la reciprocidad; no hay amistad o amor unilateral (salvo con los hijos). Por eso tenemos protocolos de interacción que indican que reconocemos cuando las personas nos hacen favores, o sea, situaciones que les significan algún costo a ellos y un beneficio para nosotros. Por eso decimos gracias, con permiso o perdón cuando interactuamos con nuestros semejantes.

Más aún, ¿saben cómo se dice gracias en portugués? En efecto, se dice Obrigado, o sea, "obligado", que indica que uno queda obligado (a devolver el favor) a alguien cuando lo ha recibido. Eso muestra lo instintivo que es el comportamiento con reciprocidad.

Es cierto que muchas veces nos comportamos de manera egoista, y qeremos sacarle el máximo de provecho a las situaciones, pero hay otras en que actuamos con reciprocidad. De hecho, cuando a las personas se les presenta la opción de repartir 40 billetes de dos formas (15-25 o bien 0-40), sin que previamente un jugador 1 haya tenido que elegir permitir esa opción, como en el juego anterior, entonces la mayoría elige quedarse con 40. O sea, en realidad, el 75% de las personas actúan con reciprocidad sólo si vieron que esas personas se hicieron acreedoras a ello previamente.

Una intersante "insight" sobre la naturaleza humana.

jueves, septiembre 14, 2006

Limpieza, Polución y Religión

¿Se han preguntado por qué el tema de la polución ha tomado tanta fuerza en el último tiempo?, o ¿por qué nos lavamos las manos antes de comer?, o ¿por qué nos duchamos en la mañana?, o ¿por qué nos cambiamos la ropa cuando tiene ésta tiene una mancha de tinta, a pesar que eso no cambia en nada su utilidad como vestimenta?

Pareciera, a primera vista, que las dos primeras preguntas tienen un tipo de respuesta y las dos segundas uno diferente: la polución nos preocupa porque el aire que respiramos, el agua que tomamos o el suelo que tocamos, si están contaminados, pueden provocar daño a nuestra salud; asimismo, nos lavamos las manos porque si están sucias y comemos nos podemos contaminar con los agentes patógenos con que ellas estuvieron en contacto; en cambio, nos duchamos, a pesar que el no hacerlo no nos provocará daño a nuestra salud, porque no nos gusta "estar sucios"; lo mismo ocurre con la mancha de tinta de la ropa, nos molesta su suciedad, aunque eso no afecte su uso como vestimenta.

¿A qué voy con todo esto? En El Mercurio del Martes 12 de Septiembre, hay un nota que se titula "Lavarse las manos también limpia la conciencia". En ella se dice que muchas religiones ocupan el agua para liberar simbólicamente a los creyentes de sus pecados, como el bautismo entre los cristianos o el lavado de pies de los musulmanes antes de rezar. También dice que el personaje lady Macbeth de Shakespeare esperaba liberarse de la culpa por la muerte del rey Duncan con unas gotas de agua. Pero además dice que eso es así porque dos científicos de un equipo de investigación de las Universidades de Toronto y Chicago publicaron en la revista "Science" experimentos que insinúan que las personas logran, por medio de la limpieza del cuerpo, una absolución moral, es decir, logran limpiar su conciencia.

En una entrada anterior de este blog menciono que, de acuerdo al libro de Pascal Boyer, las creencias religiosas, es decir las creencias en seres sobrenaturales, se fijan con facilidad en nuestra mente porque son ideas que gatillan mecanismos inferenciales para los que la mente está particularmente adaptada. Uno de esos mecanismos es la idea de limpieza, de quitar lo poluido, de evitar lo sucio, como los ejemplos que aprecen en el artículo de El Mercurio, y casi todas las religiones hacen uso de él.

Ahora podemos comenzar a ver la conexión de todas estas cosas. Los seres humanos tenemos una disposición conductual a mantenernos limpios, porque aprendimos evolucionariamente - es decir, los que así se comportaban tenían más éxito reproductivo que el resto, pues se enfermaban menos - que no hacerlo podía tener consecuencias nefastas en nuestra salud. Por eso nos preocupa la polución y nos lavamos las manos para comer. Pero como lo que aprendimos evolucionariamente es buscar lo limpio (y no a evitar enfermedades porque nuestros antepsados ni siquiera sabían qué era eso), nos gusta la limpieza aunque no estarlo no afecte directamente nuestra salud, como cuando nos duchamos a pesar de no estar especialmente sucios, o no nos gusta la mancha de tinta en la camisa, a pesar que esa camisa cumple el resto de las funciones de vestimenta sin complicaciones. (Algunos dirán que, en realidad, lo que nos pasa es que nos da verguüenza mostrar nuestra camisa sucia ante terceros, pero eso es así justamente por la misma razón, porque a la gente no le gusta la suciedad y nosotros no queremos que otros nos vean así).

Ahora bien, si tenemos esa disposición natural a preferir las cosas limpias a las sucias, y si la ciencia nos está diciendo que el lavarnos además nos da la sensación de limpiar nuestras conciencias, entonces resulta mucho más claro entender por qué Charles Boyer dice que entre las cinco características que hacen que las creencias religiosas se fijen a la mente con gran facilidad e infecten a otras con esa misma facilidad, está el utilizar la limpieza como elemento asociado a sus prácticas.

En otras palabras, como la limpieza está evolucionariamente relacionada con la limpieza moral, como lo muestra la revista Science - seguramente a través de su relación con la higiene y la salud - ello hace comprensible que sea un elemento utilizado, en forma inconciente, por casi todas las religiones. ¿Qué les parece?

domingo, agosto 27, 2006

Biotecnología: algunas reflexiones más allá de la bioética

La Fundación para las Ciencias de la Vida que preside Bernardita Méndez y en la que también participa su esposo, el Dr. Pablo Valenzuela, Premio Nacional de Ciencias, invitó a un grupo de personas a un Taller que se extendía durante tres días seguidos, con sesiones de 4 horas cada día - totalizando 12 en total - para hacer experimentos en biotecnología y discutir sus alcances e importancia para el desarrollo eocnómico del país. Tuve la suerte de ser uno de los invitados. En él usamos "tijeras moleculares" para cortar moléculas de ADN, introdujimos un gen de medusa al ADN de una bacteria y de una célula humana, utilizando un plasmidio como vehículo, aprovechamos la llamada reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para multiplicar un gen humano hasta producir 34 millones de sus copias con el objeto de poder secuenciarlo y averguar qué gen era (resultó ser el que sintetiza la hemoglobina) y además discutimos respecto de la importancia de esas técnicas en el desarrollo económico, en especial, el de Chile.

A pesar que los problmas éticos involucrados en su uso - la manipulación genética de organismos vivos, la clonación de seres humanos, la criopreservación de embriones, el uso de células madre para la reposición de órganos dañados y otros que ocupan el debate público en Chile y en otros países - ese no fue la tónica del encuentro. Más bien estuvimos ocupados de usar nuestras manos para desarrollar las técnicas biotecnológicas y entender sus posibles aplicaciones en los campos menos cuestionados, como las vacunas o la producción de alimentos que utilizan menos pesticidas como producto de la manipulación genética. Nos pudimos dar cuenta que, como ocurre con todas las tecnologías, toda la complejidad científica asociada, se reduce - cuando se llega a las aplicaciones tecnológicas - a sencillas operaciones que pueden ser sistematizadas en procesos productivos industriales, cuyos productos finales son valorados por el público, y, por lo tanto, generan actividades económicas apropiables por el sector privado y riqueza en la sociedad.

Pero, simultáneamente con la rutinización de las técnicas y la aparente desdramatización del conocimiento involucrado en ellas, ninguno de los presentes pudimos abstraernos a la maravilla del diseño que estábamos observando. La perfección del traspaso de información, la robustez con que esa información se almacena, la sofisticación de todo el mecanismo celular y los procesos que ello activa en un organismo complejo como un ser humano, compuesto de miles de millones de células, todas operando bajo el mismo principio, no pudo menos que asombrarnos.

Sin embargo, ese asombro se traduce en dos tipos de reacciones: la primera, pensar que ello no puede deberse sino al diseño de un ser superior que armó todo eso, puesto que nuestra mente no es capaz de comprender que ello haya sido posible de lograr de otra manera; la segunda, que ello, a pesar de todo, sigue siendo el resultado de la acumulación de diseño a través de miles de millones de años por medio de un mecanismo que Darwin llamó selección natural. La primera reacción nos conduce a una visión religiosa de la vida y la segunda a una visión naturalista de ella. Darwin tuvo tremendos conflictos interiores, pues se daba cuenta de las implicancias de su teoría y él había sido toda su vida un hombre creyente así como su mujer, que lo era aún más, y ambos formaban parte de la sociedad aristocrática de la Inglaterra victoriana. Ese conflicto impidió que se decidiera a avanzar con más audacia en las conclusiones a las que su teoría conducía, y prefirió no escudriñar de manera muy acuciosa en lo que ello significaba para los seres humanos.

Sin embargo, luego de casi 150 años de haberse publicado "El Origen de las Especies" y casi 200 del nacimiento de Darwin, su visión ha seguido imponiéndose con aplastante persistencia en el cuerpo de conocimientos científicos universalmente aceptados, y ha dado lugar, en los últimos 40 años, y particularmente en los últimos 20, a una explosión de conexiones entre distintas disciplinas - la psicología, la antropología, la sociología, y la política, entre otras - que han adoptado la perspectiva evolucionaria para entender los fenómenos que estudian. Algunas de esas ideas y conexiones he tratado de presnetar en estos comentarios, y espero seguir haciéndolos en el futuro.

De todas formas, el hecho que que la maravilla de la vida sea el resultado de la aplicación persistente de un mecanismo ciego, "sin un propósito que lo guíe ni un cerebro central que lo organice", como describe el filósofo Dennett a la selección natural, no la hace menos maravillosa ni signfica que debamos dejar de asombrarnos. Por el contrario, eso la hace, a mis ojos, al menos, aún más maravillosa y asombrosa.