Estuve en La Habana a comienzos de año, como parte de una visita turística a esa ciudad y con el natural interés de conocer más de cerca el experimento de Fidel antes que éste desapareciera de escena. Tuve suerte, porque justo me tocaron los días en que él se refirió, en una entrevista de televisión y con la extensión que le es habitual, a los problemas de energía de la isla. No es común verlo en una transmisión en vivo y en directo hablándole de temas no políticos a sus compatriotas. Allí me di cuenta que Fidel no es sólo el jefe de Estado, jefe de gobierno y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, sino que además es el padre de los cubanos, su profesor, su líder, alguien en quien sienten pueden confiar su destino y en quien pueden delegar las decisiones que definen sus vidas. Fidel es casi todo para los cubanos y verlo hablar en televisión pareció ratificarlo.
Por eso, el anuncio que hizo su secretario privado, que había transferido transitoriamente el poder a su hermano Raúl, y a un triunvirato formado por el vicepresidente Carlos Lage, el canciller Felipe Pérez Roque y el presidente del Banco Central Francisco Soberón, me parece que debe haber sido una tremenda noticia en la isla y debe haber impactado fuertemente a sus habitantes. Aún no sabemos cuál es la exacta naturaleza de sus dolencias y cómo eso se traduce en lo que ocurrirá en el futuro cercano, pero podemos especular.
Algunos han dicho que esto sólo puede significar una enfermedad grave y que se acerca el fin de sus días; de otra forma, argumentan, no se comprende que haya dado este paso, sobre todo si se considera la manera como ha disfrutado concentrando el poder durante 47 años. ¿Por qué habría de soltarlo si no se trata de algo extremadamente grave?
Sin embargo, a mí me parece que se trata más bien de un ensayo general del futuro traspaso de poder cuando efectivamente muera o esté incapacitado para seguir. Tengo la impresión que es cierto que ha debido someterse a una intervención quirúrgica, no de tremenda importancia, aunque siempre delicada a su edad, que por ello sus médicos le han recomendado un reposo prolongado de algunas semanas, y que él ha considerado que esta es una buena ocasión - además de una buena excusa - para probar cómo funciona la estructura que él había pensado como continuadora de su obra. Alejarse de la primera línea y observar cómo se desenvuelve su hermano Raúl y el triunvirato que lo acompaña, ver la dinámica que se produce, captar cómo reacciona el pueblo, debe parecerle un experimento adecuado para probar todo el sistema e incluso introducirle algunos ajustes. Por supuesto que todo esto debe hacerlo pensando que su revolución le sobrevivirá por mucho tiempo después de su muerte, porque, si no, ¿para qué tomarse toda esta molestia?
En los próximos días y semanas sabremos qué dirección toma este proceso. De todas formas, será muy interesante seguirlo de cerca, porque, independiente de la simpatía o antipatía pólítica que Fidel despierta, se trata de un personaje complejo e influyente, cuyas reflexiones finales nos servirán para comprenderlo mejor y aprender algo más de la naturaleza humana.
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