Montecito es un pueblo situado sobre la costa, contiguo a Santa Barbara, California, unos 140 kms. al norte de Los Angeles. Tiene el sabor español-norteamericano de toda esa zona, mezcla de la herencia arquitectónica que dejaron las misiones franciscanas del siglo XVIII, los nombres en español de las localidades de ese estado y la indudable influencia de la cultura norteamericana que llegó ahí a mediados de los años 1840.
El Montecito Inn, es un pequeño hotel construido en 1929 por un grupo de inversionistas encabezados por Charles Chaplin, y recrea el ambiente de esa época, obviamente complementado con los elementos tecnológicos actuales. Fue el hotel que inspiró la canción "There's a small hotel" con la que Frank Sinatra seduce a Rita Hayworth en la película "Sus dos Cariños", (en la que el otro carinño era Kim Novak), el mismo film en que se popularizó e inmortalizó la canción "The Lady is a Tramp" y "My Funny Valentine". Los comensales de su estupendo restaurant son gente que parece en general pudiente, y dan la sensación que son el tipo de personas con que se contactaba Ronald Reagan cuando vivía en California y disfrutaba de su rancho ubicado en las montañas sobre Santa Barbara.
Pero junto con eso, Santa Barbara es una de las sedes de la Universidad de California, con un departamento de física que atrae con regularidad a Stephen Hawking, y un departamento de Antropología que es la sede del Center for Evolutionary Psychology que lideran John Tooby y Leda Cosmides, dos autoridades del tema y quienes acuñaron el término "Evolutionary Psychology" en el mundo. De modo que Santa Barbara y Montecito tienen una mezcla de intelecutalidad y dinero tan propio de EE.UU., en un ambiente propicio para la innovación y el experimento.
Eso es lo que se observa en su ámbito educacional. Tuve ocasión de visitar dos colegios privados: el San Roque y el Santa Barbara Middle School. En ambos aprecié una atmósfera educativa distinta a la que estamos acostumbrados. Lo que más me sorprendió es la disposición a considerar a la educación como un permanente experimento y no como un proceso que se desarrolla de acuerdo a lo que está anotado en un libro. Por ejemplo, en uno de ellos me dijeron que uno de los cursos ¡estaba ocupando los días Miércoles para hacer surf! ¿Surf? Bueno, es cierto que hacían surf, pero lo que verdaderamente hacían era un curso de Oceanografía, con estudios de las corrientes marinas, experimentos sobre la formación de las olas, la temperatura del agua, y todo enfocado a desarrollar un trabajo predefinido durante todo el trimestre y a obtener resultados. En otro colegio me contaron que cada trimestre hacían un viaje de una semana en bicicleta o en kayak, en que se combinaba el paseo, con el estudio de la naturaleza, el posicionamiento satelital, la trigonometría, y otros temas relacionados, así como cursos de sobrevivencia en lugares apartados y la ecología de los lugares visitados. También, esos viajes daban lugar a un trabajo y un objetivo a lograr. Está claro que esos cursos no eran chacota, porque los padres no estarían dispuestos a pagar entre 13 y 19 mil dólares al año por tener a sus hijos en esos colegios teniendo la opción de tenerlos gratis en los "public schools" existentes.
Esos colegios se ven a sí mismos como "facilitadores" del aprendizaje que los estudiantes desean tener, porque les parece obvio que no pueden limitar a sus alumnos a los conocimientos del profesor, que son claramente insuficientes a esos propósitos en el mundo en que vivimos actualmente, y, por lo tanto, se preocupan de poner a disposición de sus alumnos los elementos que les puedan servir de guía a sus intereses. La educación la consideran un proceso de constante experimentación, porque saben que no existe un único método para que ésta sea exitosa. Esta es una aproximación opuesta a la que existe en nuestro país, donde el ministerio de educación pone las pautas de lo que se debe enseñar, las horas de clase por materia, las materias que se deben incluir, etc. El tema de la disciplina en esos colegios se trabaja sobre la base programas de discusión que ellos llaman "agreements and expectations" (acuerdos y expectativas) en los que discuten las cosas que se pueden hacer y las que no, se le da un sentido a lo que se considera inadecuado, y se logran acuerdos de comportamiento al respecto.
Sin entrar a la discusión sobre las políticas públicas necesarias para desarrollar una buena educación, ni si ese tipo de educación se puede aplicar o no en Chile, y ni siquiera si es buena o mala, quisiera rescatar la importancia de considerar a la educación como un proceso intrínsicamente experimental, como punto de partida para el debate que queramos hacer respecto a la educación, e independiente de si podemos actuar acorde con ello o no.
Después de esa visita a Santa Barabra-Montesito y apreciar la sofisticación del lugar, el buen clima y las extraordinarias playas y acantilados con que está provista, vuelvo a decir que, en algunos sentidos, California sigue siendo la "tierra prometida".
viernes, septiembre 15, 2006
jueves, septiembre 14, 2006
Limpieza, Polución y Religión
¿Se han preguntado por qué el tema de la polución ha tomado tanta fuerza en el último tiempo?, o ¿por qué nos lavamos las manos antes de comer?, o ¿por qué nos duchamos en la mañana?, o ¿por qué nos cambiamos la ropa cuando tiene ésta tiene una mancha de tinta, a pesar que eso no cambia en nada su utilidad como vestimenta?
Pareciera, a primera vista, que las dos primeras preguntas tienen un tipo de respuesta y las dos segundas uno diferente: la polución nos preocupa porque el aire que respiramos, el agua que tomamos o el suelo que tocamos, si están contaminados, pueden provocar daño a nuestra salud; asimismo, nos lavamos las manos porque si están sucias y comemos nos podemos contaminar con los agentes patógenos con que ellas estuvieron en contacto; en cambio, nos duchamos, a pesar que el no hacerlo no nos provocará daño a nuestra salud, porque no nos gusta "estar sucios"; lo mismo ocurre con la mancha de tinta de la ropa, nos molesta su suciedad, aunque eso no afecte su uso como vestimenta.
¿A qué voy con todo esto? En El Mercurio del Martes 12 de Septiembre, hay un nota que se titula "Lavarse las manos también limpia la conciencia". En ella se dice que muchas religiones ocupan el agua para liberar simbólicamente a los creyentes de sus pecados, como el bautismo entre los cristianos o el lavado de pies de los musulmanes antes de rezar. También dice que el personaje lady Macbeth de Shakespeare esperaba liberarse de la culpa por la muerte del rey Duncan con unas gotas de agua. Pero además dice que eso es así porque dos científicos de un equipo de investigación de las Universidades de Toronto y Chicago publicaron en la revista "Science" experimentos que insinúan que las personas logran, por medio de la limpieza del cuerpo, una absolución moral, es decir, logran limpiar su conciencia.
En una entrada anterior de este blog menciono que, de acuerdo al libro de Pascal Boyer, las creencias religiosas, es decir las creencias en seres sobrenaturales, se fijan con facilidad en nuestra mente porque son ideas que gatillan mecanismos inferenciales para los que la mente está particularmente adaptada. Uno de esos mecanismos es la idea de limpieza, de quitar lo poluido, de evitar lo sucio, como los ejemplos que aprecen en el artículo de El Mercurio, y casi todas las religiones hacen uso de él.
Ahora podemos comenzar a ver la conexión de todas estas cosas. Los seres humanos tenemos una disposición conductual a mantenernos limpios, porque aprendimos evolucionariamente - es decir, los que así se comportaban tenían más éxito reproductivo que el resto, pues se enfermaban menos - que no hacerlo podía tener consecuencias nefastas en nuestra salud. Por eso nos preocupa la polución y nos lavamos las manos para comer. Pero como lo que aprendimos evolucionariamente es buscar lo limpio (y no a evitar enfermedades porque nuestros antepsados ni siquiera sabían qué era eso), nos gusta la limpieza aunque no estarlo no afecte directamente nuestra salud, como cuando nos duchamos a pesar de no estar especialmente sucios, o no nos gusta la mancha de tinta en la camisa, a pesar que esa camisa cumple el resto de las funciones de vestimenta sin complicaciones. (Algunos dirán que, en realidad, lo que nos pasa es que nos da verguüenza mostrar nuestra camisa sucia ante terceros, pero eso es así justamente por la misma razón, porque a la gente no le gusta la suciedad y nosotros no queremos que otros nos vean así).
Ahora bien, si tenemos esa disposición natural a preferir las cosas limpias a las sucias, y si la ciencia nos está diciendo que el lavarnos además nos da la sensación de limpiar nuestras conciencias, entonces resulta mucho más claro entender por qué Charles Boyer dice que entre las cinco características que hacen que las creencias religiosas se fijen a la mente con gran facilidad e infecten a otras con esa misma facilidad, está el utilizar la limpieza como elemento asociado a sus prácticas.
En otras palabras, como la limpieza está evolucionariamente relacionada con la limpieza moral, como lo muestra la revista Science - seguramente a través de su relación con la higiene y la salud - ello hace comprensible que sea un elemento utilizado, en forma inconciente, por casi todas las religiones. ¿Qué les parece?
Pareciera, a primera vista, que las dos primeras preguntas tienen un tipo de respuesta y las dos segundas uno diferente: la polución nos preocupa porque el aire que respiramos, el agua que tomamos o el suelo que tocamos, si están contaminados, pueden provocar daño a nuestra salud; asimismo, nos lavamos las manos porque si están sucias y comemos nos podemos contaminar con los agentes patógenos con que ellas estuvieron en contacto; en cambio, nos duchamos, a pesar que el no hacerlo no nos provocará daño a nuestra salud, porque no nos gusta "estar sucios"; lo mismo ocurre con la mancha de tinta de la ropa, nos molesta su suciedad, aunque eso no afecte su uso como vestimenta.
¿A qué voy con todo esto? En El Mercurio del Martes 12 de Septiembre, hay un nota que se titula "Lavarse las manos también limpia la conciencia". En ella se dice que muchas religiones ocupan el agua para liberar simbólicamente a los creyentes de sus pecados, como el bautismo entre los cristianos o el lavado de pies de los musulmanes antes de rezar. También dice que el personaje lady Macbeth de Shakespeare esperaba liberarse de la culpa por la muerte del rey Duncan con unas gotas de agua. Pero además dice que eso es así porque dos científicos de un equipo de investigación de las Universidades de Toronto y Chicago publicaron en la revista "Science" experimentos que insinúan que las personas logran, por medio de la limpieza del cuerpo, una absolución moral, es decir, logran limpiar su conciencia.
En una entrada anterior de este blog menciono que, de acuerdo al libro de Pascal Boyer, las creencias religiosas, es decir las creencias en seres sobrenaturales, se fijan con facilidad en nuestra mente porque son ideas que gatillan mecanismos inferenciales para los que la mente está particularmente adaptada. Uno de esos mecanismos es la idea de limpieza, de quitar lo poluido, de evitar lo sucio, como los ejemplos que aprecen en el artículo de El Mercurio, y casi todas las religiones hacen uso de él.
Ahora podemos comenzar a ver la conexión de todas estas cosas. Los seres humanos tenemos una disposición conductual a mantenernos limpios, porque aprendimos evolucionariamente - es decir, los que así se comportaban tenían más éxito reproductivo que el resto, pues se enfermaban menos - que no hacerlo podía tener consecuencias nefastas en nuestra salud. Por eso nos preocupa la polución y nos lavamos las manos para comer. Pero como lo que aprendimos evolucionariamente es buscar lo limpio (y no a evitar enfermedades porque nuestros antepsados ni siquiera sabían qué era eso), nos gusta la limpieza aunque no estarlo no afecte directamente nuestra salud, como cuando nos duchamos a pesar de no estar especialmente sucios, o no nos gusta la mancha de tinta en la camisa, a pesar que esa camisa cumple el resto de las funciones de vestimenta sin complicaciones. (Algunos dirán que, en realidad, lo que nos pasa es que nos da verguüenza mostrar nuestra camisa sucia ante terceros, pero eso es así justamente por la misma razón, porque a la gente no le gusta la suciedad y nosotros no queremos que otros nos vean así).
Ahora bien, si tenemos esa disposición natural a preferir las cosas limpias a las sucias, y si la ciencia nos está diciendo que el lavarnos además nos da la sensación de limpiar nuestras conciencias, entonces resulta mucho más claro entender por qué Charles Boyer dice que entre las cinco características que hacen que las creencias religiosas se fijen a la mente con gran facilidad e infecten a otras con esa misma facilidad, está el utilizar la limpieza como elemento asociado a sus prácticas.
En otras palabras, como la limpieza está evolucionariamente relacionada con la limpieza moral, como lo muestra la revista Science - seguramente a través de su relación con la higiene y la salud - ello hace comprensible que sea un elemento utilizado, en forma inconciente, por casi todas las religiones. ¿Qué les parece?
viernes, septiembre 01, 2006
Barrio Rojo y Dulces Chilenos
Cada vez que paso por un peaje de las autopistas concesionadas que salen de Santiago me pasa lo mismo. Me molesta profundamente la oferta de dulces chilenos en las zonas cercanas a éste, porque las vendedoras – algunas veces son también hombres (ver Idioma y Género de este blog) – se paran en la berma con los plumeros con que intentan atraer clientes, sin consideración alguna por la seguridad de sí mismas ni de los automovilistas. Siempre me digo que la dificultad para hacer cumplir esa regla básica es una señal de subdesarrollo, especialmente cuando se ha hecho un esfuerzo importante por transitar hacia el desarrollo, al invertir en subir los estándares de las carreteras interurbanas. Mi molestia se acrecienta cuando llega el momento de pagar el peaje, y se acercan más vendedoras a ofrecerme dulces chilenos, especialmente en aquellos casos en que se previó como parte del diseño de la carretera una zona especial para vender esos dulces, con estacionamiento, puestos de venta y protección contra el sol y la lluvia. Pero no, ellas (os) ignoran ese lugar e insisten en ocupar las bermas y las llegadas y salidas del peaje. Entonces bajo el vidrio y les digo que no, que no les voy a comprar, porque ese lugar no es para eso, y cierro el vidrio con aire “selfrighteous” del que rápidamente me arrepiento, y comienzo un proceso de reflexión de por qué las vendedoras no ocupan la zona construida para ellas y prefieren desafiar los estándares que yo les exijo en mis cavilaciones. Y como siempre, concluyo que ellas calculan que no pueden satisfacer a sus clientes de la manera que la autoridad les propone, y por eso ofrecen sus dulces en la berma, porque creen que ahí pueden ser más exitosas.
Entonces me imagino que una cosa similar ocurrirá con la idea de construir un barrio rojo, donde se pueda concentrar la oferta de comercio sexual de Santiago, ¿Por qué querrán las (os) trabajadores sexuales trasladarse al barrio rojo y no seguir ofreciendo sus servicios donde piensan que a sus clientes les es más conveniente? ¡Qué diferencia tiene el barrio rojo con los estacionamientos con puestos de venta de dulces chilenos? Y concluyo que si en Santiago no hay un barrio rojo que por tradición resulte de manera natural el lugar donde se realice el comercio sexual de Santiago, lo más probable es que esa iniciativa termine consumiendo fondos fiscales sin modificar la conducta de los participantes del dicho comercio.
La conducta de oferentes y demandantes de comercio sexual es demasiado fuerte como para sea cambiada por normas arbitrariamente introducidas por los burócratas de la planificación urbana. Por algo la prostitución sigue existiendo a través de los siglos y por algo la oferta es mayoritariamente femenina. Hay poderosas razones evolucionarías para que así sea, las mismas que hacen prosperar a Playboy y fracasar a Playgirl. ¿Se han preguntado Uds. por qué el desnudo femenino atrae más a los hombres que el desnudo masculino a las mujeres? Todas esas cosas - profundamente arraigadas en pa psiquis evolucionada de los humanos - que hacen tan difícil erradicar la existencia del comercio sexual hacen muy difícil que éste se pueda canalizar artificialmente a un barrio rojo
Entonces me imagino que una cosa similar ocurrirá con la idea de construir un barrio rojo, donde se pueda concentrar la oferta de comercio sexual de Santiago, ¿Por qué querrán las (os) trabajadores sexuales trasladarse al barrio rojo y no seguir ofreciendo sus servicios donde piensan que a sus clientes les es más conveniente? ¡Qué diferencia tiene el barrio rojo con los estacionamientos con puestos de venta de dulces chilenos? Y concluyo que si en Santiago no hay un barrio rojo que por tradición resulte de manera natural el lugar donde se realice el comercio sexual de Santiago, lo más probable es que esa iniciativa termine consumiendo fondos fiscales sin modificar la conducta de los participantes del dicho comercio.
La conducta de oferentes y demandantes de comercio sexual es demasiado fuerte como para sea cambiada por normas arbitrariamente introducidas por los burócratas de la planificación urbana. Por algo la prostitución sigue existiendo a través de los siglos y por algo la oferta es mayoritariamente femenina. Hay poderosas razones evolucionarías para que así sea, las mismas que hacen prosperar a Playboy y fracasar a Playgirl. ¿Se han preguntado Uds. por qué el desnudo femenino atrae más a los hombres que el desnudo masculino a las mujeres? Todas esas cosas - profundamente arraigadas en pa psiquis evolucionada de los humanos - que hacen tan difícil erradicar la existencia del comercio sexual hacen muy difícil que éste se pueda canalizar artificialmente a un barrio rojo
miércoles, agosto 30, 2006
¡¡¿Qué le pasa a Escalona?!!
Camilo Escalona es un senador socialista chileno, presidente de su partido, y que se ha caracterizado por ser un político responsable, que da gran importancia a la gobernabilidad - él fue quien dijo, después de la elección presidencial que había ungido a Michelle Bachelet como primera Presdienta de la República y que había dejado dañada a la DC, "tenemos que hacer todos los gestos que sean necesarios para mantener a la DC en la Concertación" - fue él quien, a pesar de su pasado en el PAIS, conglomerado transitorio de izquierda fuera de la Concertación, había estado de acuerdo con el balance estructural de Eyzaguirre, algo difícil para su origen ideológico, y que, en fin, se había propuesto apoyar a Bachelet y dar sustento a su gobierno.
Sin embargo, en estos últimos días, su retórica ha cambiado radicalmente: ha criticado con duros epítetos a Allamand por defender la inconstitucionalidad del cambio de la definición de empresa ante el Tribunal Cosntitucional (TC), ha dicho que eso debe haber puesto muy feliz a todos "chupasangre" de este país, que Allamand debería actuar en la teleserie "Los Descarados" por apoyar la ley de subcontratación pero oponerse al cambio de la definición de empresa, y ha dicho que el TC se ha constituido en un poder fáctico que pretende actuar en contra de los deseos de la mayoría parlamentaria, es decir, de la mayoría de la población.
Ese lenguaje le hace mal al país, porque fue ese tipo de lenguaje que condujo a la radicalización de la política y de las posiciones, y él lo sabe; también sabe, porque es una persona inteligente, que maneja bien la retórica, que sus argumentos no se sostienen. Entonces, ¿por qué lo hace?
Yo creo que hay dos razones: la primera, porque él debe estar necesitando apoyo en las bases socialistas - y eso puede ser transitoriamente más importante que la gobernabilidad amenazada -, y a esas bases ese lenguaje le encanta. Por eso, no ha querido desdecirse, y ha reiterado todos y cada uno de sus dichos. En efecto, a los socialistas de viejo cuño el vocabulario actual les debe parecer de mal gusto. Ahora se habla de emprendedores, cuando realmente debería hablarse de chupasangres, según ellos; ahora se dice, luego de la última reforma, que la constitución se ha legitimado, en circunstancias que debería decirse que sigue teniendo "enclaves autoritarios" como el TC. Además, él (Escalona) debe apoyar a Bachelet en su decisión en contra del puente sobre el canal de Chacao, y simultáneamente es senador por la X Región, de modo que de alguna manera tiene que encontrar una manera de desmarcarse de ese exceso de prudencia financiera, que más parece de derecha que de socialista para las bases.
La segunda razón, pienso yo, es que ese lenguaje a Escalona le resulta natural. El siempre ha sido apasionado en su retórica. En ella se formó, y ese ha sido su estilo. Hace un par de meses, cuando vino Fukuyama a Chile, él estaba en un panel comentando su exposición. Su lenguaje fue agresivo, exaltado, poco riguroso, y por lo tanto, extraño para mí, que había aprendido a admirar su prudencia y responsabilidad política. Pensé en ese momento, que quizás ese era estilo natural de Escalona, como el que ocupaba en un programa de televisión en que se enfrentaba a Hermógenes, y que, además, esos comentarios estaban siendo recogido por la prensa, y no se podía permitir comentarios académicos sin filo y son énfasis. Pensé que su prudencia y responsabilidad correspondían a un esfuerzo que hacía por realismo político, aprendido luego de la Unidad Popular, su paso por Alemania Oriental y sus reflexiones en el exilio.
Si ello es así, es posible que Escalona vuelva a la normalidad, una vez logrado el posicionamiento que busca en sus bases. Si no, habrá que buscar otras razones para explicar su comportamiento.
Recuerdo que cuando yo era estudiante secundario, no consideraba aceptable que se criticara el discurso de otras personas en términos de sus motivaciones psciológicas - como lo estoy haciendo ahora con Escalona - y no por el mérito del contenido de sus dichos. Pero, en ese tiempo no había destinado tanto tiempo a pensar en los orígenes evolucionarios de nuestras disposiciones conductuales como ahora, y ello me permite afirmar que esa manera de analizar lo que la gente dice, no sólo es válido, sino que muchas veces es más válido que analizar el rigor de su argumentación.
Sin embargo, en estos últimos días, su retórica ha cambiado radicalmente: ha criticado con duros epítetos a Allamand por defender la inconstitucionalidad del cambio de la definición de empresa ante el Tribunal Cosntitucional (TC), ha dicho que eso debe haber puesto muy feliz a todos "chupasangre" de este país, que Allamand debería actuar en la teleserie "Los Descarados" por apoyar la ley de subcontratación pero oponerse al cambio de la definición de empresa, y ha dicho que el TC se ha constituido en un poder fáctico que pretende actuar en contra de los deseos de la mayoría parlamentaria, es decir, de la mayoría de la población.
Ese lenguaje le hace mal al país, porque fue ese tipo de lenguaje que condujo a la radicalización de la política y de las posiciones, y él lo sabe; también sabe, porque es una persona inteligente, que maneja bien la retórica, que sus argumentos no se sostienen. Entonces, ¿por qué lo hace?
Yo creo que hay dos razones: la primera, porque él debe estar necesitando apoyo en las bases socialistas - y eso puede ser transitoriamente más importante que la gobernabilidad amenazada -, y a esas bases ese lenguaje le encanta. Por eso, no ha querido desdecirse, y ha reiterado todos y cada uno de sus dichos. En efecto, a los socialistas de viejo cuño el vocabulario actual les debe parecer de mal gusto. Ahora se habla de emprendedores, cuando realmente debería hablarse de chupasangres, según ellos; ahora se dice, luego de la última reforma, que la constitución se ha legitimado, en circunstancias que debería decirse que sigue teniendo "enclaves autoritarios" como el TC. Además, él (Escalona) debe apoyar a Bachelet en su decisión en contra del puente sobre el canal de Chacao, y simultáneamente es senador por la X Región, de modo que de alguna manera tiene que encontrar una manera de desmarcarse de ese exceso de prudencia financiera, que más parece de derecha que de socialista para las bases.
La segunda razón, pienso yo, es que ese lenguaje a Escalona le resulta natural. El siempre ha sido apasionado en su retórica. En ella se formó, y ese ha sido su estilo. Hace un par de meses, cuando vino Fukuyama a Chile, él estaba en un panel comentando su exposición. Su lenguaje fue agresivo, exaltado, poco riguroso, y por lo tanto, extraño para mí, que había aprendido a admirar su prudencia y responsabilidad política. Pensé en ese momento, que quizás ese era estilo natural de Escalona, como el que ocupaba en un programa de televisión en que se enfrentaba a Hermógenes, y que, además, esos comentarios estaban siendo recogido por la prensa, y no se podía permitir comentarios académicos sin filo y son énfasis. Pensé que su prudencia y responsabilidad correspondían a un esfuerzo que hacía por realismo político, aprendido luego de la Unidad Popular, su paso por Alemania Oriental y sus reflexiones en el exilio.
Si ello es así, es posible que Escalona vuelva a la normalidad, una vez logrado el posicionamiento que busca en sus bases. Si no, habrá que buscar otras razones para explicar su comportamiento.
Recuerdo que cuando yo era estudiante secundario, no consideraba aceptable que se criticara el discurso de otras personas en términos de sus motivaciones psciológicas - como lo estoy haciendo ahora con Escalona - y no por el mérito del contenido de sus dichos. Pero, en ese tiempo no había destinado tanto tiempo a pensar en los orígenes evolucionarios de nuestras disposiciones conductuales como ahora, y ello me permite afirmar que esa manera de analizar lo que la gente dice, no sólo es válido, sino que muchas veces es más válido que analizar el rigor de su argumentación.
domingo, agosto 27, 2006
Biotecnología: algunas reflexiones más allá de la bioética
La Fundación para las Ciencias de la Vida que preside Bernardita Méndez y en la que también participa su esposo, el Dr. Pablo Valenzuela, Premio Nacional de Ciencias, invitó a un grupo de personas a un Taller que se extendía durante tres días seguidos, con sesiones de 4 horas cada día - totalizando 12 en total - para hacer experimentos en biotecnología y discutir sus alcances e importancia para el desarrollo eocnómico del país. Tuve la suerte de ser uno de los invitados. En él usamos "tijeras moleculares" para cortar moléculas de ADN, introdujimos un gen de medusa al ADN de una bacteria y de una célula humana, utilizando un plasmidio como vehículo, aprovechamos la llamada reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para multiplicar un gen humano hasta producir 34 millones de sus copias con el objeto de poder secuenciarlo y averguar qué gen era (resultó ser el que sintetiza la hemoglobina) y además discutimos respecto de la importancia de esas técnicas en el desarrollo económico, en especial, el de Chile.
A pesar que los problmas éticos involucrados en su uso - la manipulación genética de organismos vivos, la clonación de seres humanos, la criopreservación de embriones, el uso de células madre para la reposición de órganos dañados y otros que ocupan el debate público en Chile y en otros países - ese no fue la tónica del encuentro. Más bien estuvimos ocupados de usar nuestras manos para desarrollar las técnicas biotecnológicas y entender sus posibles aplicaciones en los campos menos cuestionados, como las vacunas o la producción de alimentos que utilizan menos pesticidas como producto de la manipulación genética. Nos pudimos dar cuenta que, como ocurre con todas las tecnologías, toda la complejidad científica asociada, se reduce - cuando se llega a las aplicaciones tecnológicas - a sencillas operaciones que pueden ser sistematizadas en procesos productivos industriales, cuyos productos finales son valorados por el público, y, por lo tanto, generan actividades económicas apropiables por el sector privado y riqueza en la sociedad.
Pero, simultáneamente con la rutinización de las técnicas y la aparente desdramatización del conocimiento involucrado en ellas, ninguno de los presentes pudimos abstraernos a la maravilla del diseño que estábamos observando. La perfección del traspaso de información, la robustez con que esa información se almacena, la sofisticación de todo el mecanismo celular y los procesos que ello activa en un organismo complejo como un ser humano, compuesto de miles de millones de células, todas operando bajo el mismo principio, no pudo menos que asombrarnos.
Sin embargo, ese asombro se traduce en dos tipos de reacciones: la primera, pensar que ello no puede deberse sino al diseño de un ser superior que armó todo eso, puesto que nuestra mente no es capaz de comprender que ello haya sido posible de lograr de otra manera; la segunda, que ello, a pesar de todo, sigue siendo el resultado de la acumulación de diseño a través de miles de millones de años por medio de un mecanismo que Darwin llamó selección natural. La primera reacción nos conduce a una visión religiosa de la vida y la segunda a una visión naturalista de ella. Darwin tuvo tremendos conflictos interiores, pues se daba cuenta de las implicancias de su teoría y él había sido toda su vida un hombre creyente así como su mujer, que lo era aún más, y ambos formaban parte de la sociedad aristocrática de la Inglaterra victoriana. Ese conflicto impidió que se decidiera a avanzar con más audacia en las conclusiones a las que su teoría conducía, y prefirió no escudriñar de manera muy acuciosa en lo que ello significaba para los seres humanos.
Sin embargo, luego de casi 150 años de haberse publicado "El Origen de las Especies" y casi 200 del nacimiento de Darwin, su visión ha seguido imponiéndose con aplastante persistencia en el cuerpo de conocimientos científicos universalmente aceptados, y ha dado lugar, en los últimos 40 años, y particularmente en los últimos 20, a una explosión de conexiones entre distintas disciplinas - la psicología, la antropología, la sociología, y la política, entre otras - que han adoptado la perspectiva evolucionaria para entender los fenómenos que estudian. Algunas de esas ideas y conexiones he tratado de presnetar en estos comentarios, y espero seguir haciéndolos en el futuro.
De todas formas, el hecho que que la maravilla de la vida sea el resultado de la aplicación persistente de un mecanismo ciego, "sin un propósito que lo guíe ni un cerebro central que lo organice", como describe el filósofo Dennett a la selección natural, no la hace menos maravillosa ni signfica que debamos dejar de asombrarnos. Por el contrario, eso la hace, a mis ojos, al menos, aún más maravillosa y asombrosa.
A pesar que los problmas éticos involucrados en su uso - la manipulación genética de organismos vivos, la clonación de seres humanos, la criopreservación de embriones, el uso de células madre para la reposición de órganos dañados y otros que ocupan el debate público en Chile y en otros países - ese no fue la tónica del encuentro. Más bien estuvimos ocupados de usar nuestras manos para desarrollar las técnicas biotecnológicas y entender sus posibles aplicaciones en los campos menos cuestionados, como las vacunas o la producción de alimentos que utilizan menos pesticidas como producto de la manipulación genética. Nos pudimos dar cuenta que, como ocurre con todas las tecnologías, toda la complejidad científica asociada, se reduce - cuando se llega a las aplicaciones tecnológicas - a sencillas operaciones que pueden ser sistematizadas en procesos productivos industriales, cuyos productos finales son valorados por el público, y, por lo tanto, generan actividades económicas apropiables por el sector privado y riqueza en la sociedad.
Pero, simultáneamente con la rutinización de las técnicas y la aparente desdramatización del conocimiento involucrado en ellas, ninguno de los presentes pudimos abstraernos a la maravilla del diseño que estábamos observando. La perfección del traspaso de información, la robustez con que esa información se almacena, la sofisticación de todo el mecanismo celular y los procesos que ello activa en un organismo complejo como un ser humano, compuesto de miles de millones de células, todas operando bajo el mismo principio, no pudo menos que asombrarnos.
Sin embargo, ese asombro se traduce en dos tipos de reacciones: la primera, pensar que ello no puede deberse sino al diseño de un ser superior que armó todo eso, puesto que nuestra mente no es capaz de comprender que ello haya sido posible de lograr de otra manera; la segunda, que ello, a pesar de todo, sigue siendo el resultado de la acumulación de diseño a través de miles de millones de años por medio de un mecanismo que Darwin llamó selección natural. La primera reacción nos conduce a una visión religiosa de la vida y la segunda a una visión naturalista de ella. Darwin tuvo tremendos conflictos interiores, pues se daba cuenta de las implicancias de su teoría y él había sido toda su vida un hombre creyente así como su mujer, que lo era aún más, y ambos formaban parte de la sociedad aristocrática de la Inglaterra victoriana. Ese conflicto impidió que se decidiera a avanzar con más audacia en las conclusiones a las que su teoría conducía, y prefirió no escudriñar de manera muy acuciosa en lo que ello significaba para los seres humanos.
Sin embargo, luego de casi 150 años de haberse publicado "El Origen de las Especies" y casi 200 del nacimiento de Darwin, su visión ha seguido imponiéndose con aplastante persistencia en el cuerpo de conocimientos científicos universalmente aceptados, y ha dado lugar, en los últimos 40 años, y particularmente en los últimos 20, a una explosión de conexiones entre distintas disciplinas - la psicología, la antropología, la sociología, y la política, entre otras - que han adoptado la perspectiva evolucionaria para entender los fenómenos que estudian. Algunas de esas ideas y conexiones he tratado de presnetar en estos comentarios, y espero seguir haciéndolos en el futuro.
De todas formas, el hecho que que la maravilla de la vida sea el resultado de la aplicación persistente de un mecanismo ciego, "sin un propósito que lo guíe ni un cerebro central que lo organice", como describe el filósofo Dennett a la selección natural, no la hace menos maravillosa ni signfica que debamos dejar de asombrarnos. Por el contrario, eso la hace, a mis ojos, al menos, aún más maravillosa y asombrosa.
miércoles, agosto 23, 2006
La Abadía de Fontevraud y el "meme" religioso
La Abadía de Fontevraud se encuentra cerca de Saumur, en el valle del río Loira. Es una zona campestre, bucólica y relativamente aislada. La Abadía es un complejo de varias construcciones y jardines, que incluyen una iglesia, un claustro, diversos salones, varias habitaciones, cocinas y otros recintos para albergar a muchas personas. Data del siglo XII, y contó para su construcción con la generosa contribución de la familia de Anjou, y además con la del rey Enrique II Plantagenet (rey de Inglaterra) y su esposa Eleonor de Aquitania. Ambos están enterrados en la iglesia de la Abadía y las estatuas yacientes de sus tumbas, junto a las de su hijo Ricardo Corazón de León y su esposa Isabelle de Angouleme, son una de las atracciones de lugar. Eleonor, ya viuda, pasó sus últimos años en la Abadía, donde murió y fue enterrada. Su notable historia - nacida en Poitiers, casada con el futuro Luis VII rey de Francia, heredera de los dominios de Aquitania en el suroeste de Francia, divorciada de éste y luego casada con Enrique II, rey de Inglaterra y madre de Ricardo y de Juan sin Tierra - hacen de la Abadía, de por sí, un lugar mágico.
Durante nuestra visita estaba presentándose en un amplio salón del segundo piso una muestra fotográfica de las más importantes abadías del mundo. Todos edificios imponentes, ubicados en lugares aislados y privilegiados, mudos testigos del tremendo esfuerzo que hubo de desplegarse para construirlos, y cuya sola presencia trasladaba nuestra imaginación varios siglos hacia atrás, pensando en lo que ocurriría en las mentes de quienes las idearon, proyectaron, financiaron y construyeron. Ahí estaban Mont-Saint Michel, el monasterio de San Simeón en Egipto, la Abadía de Westminster en Inglaterra, la de Noirlac junto al río Cher, entre muchos otros, pero también fotografías de Al Deir en Petra, Wat Phra Doi Suthep en Tailandia, Erdene Zuu en Mongolia y Kizhi Pogost en Carelia, Rusia. ¿Qué potencia tienen las ideas religiosas para que tantas voluntades se unan para construir esas abadías o monasterios, poner los recursos necesarios para ello, pero, por sobre todo, para habitarlas? ¿Qué fuerza interior generan las creencias religiosas capaces de desatar tal energía en las personas para que instalen esas abadías en lugares tan apartados, muchos de ellos inaccesibles y tantas personas hayan querido vivir ahí a pesar de todo?
Richard Dawkins, el biólogo evolucionario británico, así como Charles Boyer, antropólogo evolucionario francés ("Religion Explained") dirían que ello se debe a que las creencias religiosas, esto es, la creencia en seres sobrenaturales con especiales características, tienen una capacidad asombrosa para "infectar" nuestro cerebro. Esa es la capacidad para pasar de una mente a otra. Se trata de información "cultural", o sea, información que no está encriptada en nuestros genes - como lo está nuestra capacidad para aprender a hablar, para ver en tres dimensiones o para generar la aparición del deseo sexual durante la pubertad -, y que, por lo tanto, es transmitida por aprendizaje, imitación o enseñanza. Dawkins llama a los elementos más esenciales de información cultural "memes" porque su pronunciación en inglés rima con "genes". Estos memes son los que componen las normas morales, legales y penales, las teorías científicas, las obras de arte, las tecnologías, las herramientas y todas las demás obras humanas. Boyer opina que el meme religioso tiene ciertas particularidades que lo hacen que sea muy "infeccioso". Opina que las ideas religiosas activan toda la maquinaria inferencial de nuestra mente, particularmente aquella que desata nuestras emociones, nuestros sentimientos morales y nuestros lazos de cooperación con otros.
En efecto, nuestra mente está siempre dispuesta a adjudicar "agencia" a los eventos que observa, o sea, siempre está dispuesta a suponer que éstos suceden por alguna intención, y las creencias religiosas hacen justamente eso, adjudican agencia o intención a seres sobrenaturales. Además, las ideas religiosas "enganchan" bien con nuestros sentimientos morales, tienen que ver con ellos y nuestras reacciones morales a diversos eventos. Asimismo, las ideas religiosas activan nuestros mecanismos de psicología coalicional - ellos o nosotros - base fundamental de nuestro desarrollo como comunidades y de la distinción amigo-enemigo, necesaria para la sobrevivencia. También, las creencias religiosas incluyen normalmente a los muertos como agentes especiales, lo que gatilla en nuestra mente categorías ontológicas conocidas - las personas - en que uno de sus atributos - el esatr vivos - ha sido violado, y eso es lo transforma en un agente especialmente "saliente" para la mente. Finalmente, las creencias religiosas incluyen ritaules y una separación entre lo puro y lo poluído, que tiene especial afinidad con nuestros sistemas inferenciales. Boyer dice que todas estas caraterísticas de las creencias religiosas hacen que la mente se sienta muy cómoda con ellas, y por lo tanto, dice que las creencias religiosas encuentran en la mente humana un lugar particularmente fértil donde desarrollarse. La persistencia de las creencias religiosas, de cualquier creencia religiosa, se explica, dice Boyer, porque la mente es el mejor caldo de cultivo que alguien pudiese imaginar para ellas.
No resulta tan extraño entonces, cuando uno vista Fontevraud, explicarse que haya habido el grado de religiosidad entre sus habitantes en los siglos XII, XIII o XIV, que estuvieron dispuestos a sufrir el frío del invierno, las dificultades de comunciación con otras regiones, las enfermedades y demás dificultades de una vida aislada del resto del mundo, y todo por mantener vivas sus creencias religiosas. La fuerza del "meme" religioso es una de las cosas que Europa nos recuerda a cada paso, y eso nos lleva a meditar de manera sistemática en el origen evolucionario de las creencias religiosas. Les recomiendo el libro de Boyer ("Religion Explained, The Evolutionary Origins of Religious Thought", Basic Books, 2001)
Durante nuestra visita estaba presentándose en un amplio salón del segundo piso una muestra fotográfica de las más importantes abadías del mundo. Todos edificios imponentes, ubicados en lugares aislados y privilegiados, mudos testigos del tremendo esfuerzo que hubo de desplegarse para construirlos, y cuya sola presencia trasladaba nuestra imaginación varios siglos hacia atrás, pensando en lo que ocurriría en las mentes de quienes las idearon, proyectaron, financiaron y construyeron. Ahí estaban Mont-Saint Michel, el monasterio de San Simeón en Egipto, la Abadía de Westminster en Inglaterra, la de Noirlac junto al río Cher, entre muchos otros, pero también fotografías de Al Deir en Petra, Wat Phra Doi Suthep en Tailandia, Erdene Zuu en Mongolia y Kizhi Pogost en Carelia, Rusia. ¿Qué potencia tienen las ideas religiosas para que tantas voluntades se unan para construir esas abadías o monasterios, poner los recursos necesarios para ello, pero, por sobre todo, para habitarlas? ¿Qué fuerza interior generan las creencias religiosas capaces de desatar tal energía en las personas para que instalen esas abadías en lugares tan apartados, muchos de ellos inaccesibles y tantas personas hayan querido vivir ahí a pesar de todo?
Richard Dawkins, el biólogo evolucionario británico, así como Charles Boyer, antropólogo evolucionario francés ("Religion Explained") dirían que ello se debe a que las creencias religiosas, esto es, la creencia en seres sobrenaturales con especiales características, tienen una capacidad asombrosa para "infectar" nuestro cerebro. Esa es la capacidad para pasar de una mente a otra. Se trata de información "cultural", o sea, información que no está encriptada en nuestros genes - como lo está nuestra capacidad para aprender a hablar, para ver en tres dimensiones o para generar la aparición del deseo sexual durante la pubertad -, y que, por lo tanto, es transmitida por aprendizaje, imitación o enseñanza. Dawkins llama a los elementos más esenciales de información cultural "memes" porque su pronunciación en inglés rima con "genes". Estos memes son los que componen las normas morales, legales y penales, las teorías científicas, las obras de arte, las tecnologías, las herramientas y todas las demás obras humanas. Boyer opina que el meme religioso tiene ciertas particularidades que lo hacen que sea muy "infeccioso". Opina que las ideas religiosas activan toda la maquinaria inferencial de nuestra mente, particularmente aquella que desata nuestras emociones, nuestros sentimientos morales y nuestros lazos de cooperación con otros.
En efecto, nuestra mente está siempre dispuesta a adjudicar "agencia" a los eventos que observa, o sea, siempre está dispuesta a suponer que éstos suceden por alguna intención, y las creencias religiosas hacen justamente eso, adjudican agencia o intención a seres sobrenaturales. Además, las ideas religiosas "enganchan" bien con nuestros sentimientos morales, tienen que ver con ellos y nuestras reacciones morales a diversos eventos. Asimismo, las ideas religiosas activan nuestros mecanismos de psicología coalicional - ellos o nosotros - base fundamental de nuestro desarrollo como comunidades y de la distinción amigo-enemigo, necesaria para la sobrevivencia. También, las creencias religiosas incluyen normalmente a los muertos como agentes especiales, lo que gatilla en nuestra mente categorías ontológicas conocidas - las personas - en que uno de sus atributos - el esatr vivos - ha sido violado, y eso es lo transforma en un agente especialmente "saliente" para la mente. Finalmente, las creencias religiosas incluyen ritaules y una separación entre lo puro y lo poluído, que tiene especial afinidad con nuestros sistemas inferenciales. Boyer dice que todas estas caraterísticas de las creencias religiosas hacen que la mente se sienta muy cómoda con ellas, y por lo tanto, dice que las creencias religiosas encuentran en la mente humana un lugar particularmente fértil donde desarrollarse. La persistencia de las creencias religiosas, de cualquier creencia religiosa, se explica, dice Boyer, porque la mente es el mejor caldo de cultivo que alguien pudiese imaginar para ellas.
No resulta tan extraño entonces, cuando uno vista Fontevraud, explicarse que haya habido el grado de religiosidad entre sus habitantes en los siglos XII, XIII o XIV, que estuvieron dispuestos a sufrir el frío del invierno, las dificultades de comunciación con otras regiones, las enfermedades y demás dificultades de una vida aislada del resto del mundo, y todo por mantener vivas sus creencias religiosas. La fuerza del "meme" religioso es una de las cosas que Europa nos recuerda a cada paso, y eso nos lleva a meditar de manera sistemática en el origen evolucionario de las creencias religiosas. Les recomiendo el libro de Boyer ("Religion Explained, The Evolutionary Origins of Religious Thought", Basic Books, 2001)
sábado, agosto 05, 2006
Idioma y Genero
El vuelo entre Madrid y Paris es corto y sobrevuela Europa, de modo que es agradable observar el terreno desde la altura, en especial la salida y llegada a las ciudades. Eso, a menos que uno esté sentado en el asiento del pasillo, como me ocurría a mí en este vuelo Iberia, en cuyo caso uno debe contentarse con observar los pasajeros de a bordo o las revistas que ofrece el bolsillo del asiento que está frente a uno. En esta ocasión preferí la lectura de un artículo sobre la situación en Líbano de un Economist que traía conmigo. En eso estaba cuando sonó el timbre que indica un próximo anuncio desde la cabina y alcanzo a escuchar " …. la comandate de la nave ..". Aguzo el oído para seguir el resto de su explicación, lo que me permite constatar - no sin alguna dificultad, pues su voz es más grave que lo normal - que efectivamente se trata de una comandante mujer. Es la primera vez que me toca una, pienso para mis adentros, mientras ella completa su descripción del plan de vuelo. A continuación, comienza el mismo ejercicio, pero esta vez en inglés. A esas alturas había dejado la discusión personal sobre el Medio Oriente con The Economist y me encontraba absorto reflexionando sobre este hallazgo. La comandante comienza a decir "This is the captain speaking …." y caigo en cuenta que si no es porque ya sabía que era mujer, no me hubiese dado cuenta de inmediato, (por el tono algo ronco de su voz), y probablemente me hubiese demorado en averiguarlo luego de alguna confusión inicial. Qué curioso, pienso, en inglés no hubiese sido posible distinguir por las palabras ocupadas el género del que habla co,o en castellano, a menos que luego el contexto permita averiguarlo, o porque el timbre de voz del hablante lo delate. Bueno, en inglés también puede ocurrir que se utilice la palabra "man" o "men" para referirse a "ser" o "seres humanos" y no porque se esté refiriendo al género masculino únicamente. Pero eso no corresponde a una ambigüedad del idioma, sino a la tendencia a masculinizar las palabras cuando se quiere denotar a una persona en general, y no a una de un sexo particular.
Este fenómeno ya lo había experimentado en carne propia cuando escribí el libro "Evolución … el nuevo paradigma" (Universitaria, 2001), pues muchas veces debí usar la expresión "las personas" o "los seres humanos" o "los individuos" en vez de "el hombre" como cuando uno dice "el hombre ha tenido, a través de la historia…", y lo hice ex profeso, buscando palabras que fuesen neutras y no denotaran un género o sexo en particular. El celo que tuve para no perder la neutralidad sexual lexicográfica, cuando efectivamente me estaba refiriendo a cualquiera de los dos sexos y no a uno en particular, lo mantuve en todo el libro, y no por razones de corrección política – el libro contiene un capítulo completo dedicado a las diferencias evolucionarías entre hombres y mujeres y he escrito bastante al respecto, ganándome no pocos enojos y molestias – sino por precisión de lenguaje. Sólo cuando se hace necesario hacer la diferencia entre hombre y mujer, me parece correcto utilizar las palabras que denotan a uno u otro.
Quien ha hecho un esfuerzo interesante en ese sentido es el filósofo Jesús Mosterín, pues en sus libros ha acuñado las expresión "humanes" para referirse a los seres humanos (humán en singular), que es una palabra neutra desde el punto de vista del género, y que además le permite distinguir a esa especie de otras especies animales, como cuando dice "los primates no humanes", por ejemplo. Los humanes equivaldría a hablar de los chimpacés o las ballenas. Creo que el ejemplo de Jesús debe ser seguido, y, repito, no por resultar políticamente correcto, sino porque es un lenguaje más preciso.
Aunque es posible que algunos quieran explicar esta asimetría en los idiomas para referirse a los géneros mediante complejas teorías sociológicas - y así enfrascarse en interminables discusiones de diversa índole, que más bien denotan la molestia con ese estado de cosas de quien las inicia que un verdadero afán científico para explicarlas -, creo que es preferible corregir esa situación, eligiendo un lenguaje más preciso, como la ha hecho Mosterín, que comenzar una batalla de géneros ¿no crees tú?.
Este fenómeno ya lo había experimentado en carne propia cuando escribí el libro "Evolución … el nuevo paradigma" (Universitaria, 2001), pues muchas veces debí usar la expresión "las personas" o "los seres humanos" o "los individuos" en vez de "el hombre" como cuando uno dice "el hombre ha tenido, a través de la historia…", y lo hice ex profeso, buscando palabras que fuesen neutras y no denotaran un género o sexo en particular. El celo que tuve para no perder la neutralidad sexual lexicográfica, cuando efectivamente me estaba refiriendo a cualquiera de los dos sexos y no a uno en particular, lo mantuve en todo el libro, y no por razones de corrección política – el libro contiene un capítulo completo dedicado a las diferencias evolucionarías entre hombres y mujeres y he escrito bastante al respecto, ganándome no pocos enojos y molestias – sino por precisión de lenguaje. Sólo cuando se hace necesario hacer la diferencia entre hombre y mujer, me parece correcto utilizar las palabras que denotan a uno u otro.
Quien ha hecho un esfuerzo interesante en ese sentido es el filósofo Jesús Mosterín, pues en sus libros ha acuñado las expresión "humanes" para referirse a los seres humanos (humán en singular), que es una palabra neutra desde el punto de vista del género, y que además le permite distinguir a esa especie de otras especies animales, como cuando dice "los primates no humanes", por ejemplo. Los humanes equivaldría a hablar de los chimpacés o las ballenas. Creo que el ejemplo de Jesús debe ser seguido, y, repito, no por resultar políticamente correcto, sino porque es un lenguaje más preciso.
Aunque es posible que algunos quieran explicar esta asimetría en los idiomas para referirse a los géneros mediante complejas teorías sociológicas - y así enfrascarse en interminables discusiones de diversa índole, que más bien denotan la molestia con ese estado de cosas de quien las inicia que un verdadero afán científico para explicarlas -, creo que es preferible corregir esa situación, eligiendo un lenguaje más preciso, como la ha hecho Mosterín, que comenzar una batalla de géneros ¿no crees tú?.
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