domingo, febrero 18, 2007

TONGOY, GUANAQUEROS Y EL EMPRENDIMIENTO

Hace cuatro temporadas que veraneo en Puerto Velero. Este resort balneario está ubicado en la punta noreste de una bella playa, cuyo extremo suroeste es el balneario de Tongoy, sobre la península del mismo nombre. Desde Puerto Velero, cuyos departamentos están a cierta altura sobre el mar, se observa la playa amplia y generosa, de arenas claras, mar azul intenso y un oleaje suave que invita a refrescarse, con una temperatura que no molesta. Al fondo, se observa Tongoy, un accidente geográfico inusual en la costa chilena, al otro lado del cual se abre una bahía aún más grande, que termina en la llamada Punta Lengua de Vaca, porque su silueta recortada contra el sol que se esconde en el horizonte la simula a la perfección. Es un lugar bello y grato para el turista, especialmente para las familias cuyos hijos tienen edades entre seis y dieciséis años, pues tiene instalaciones deportivas y recreativas que invitan al descanso y a la vida al aire libre en un ambiente cerrado y bien protegido.

Continuando desde Puerto Velero hacia el norte, la costa se hace más rocosa, con rompientes amenazantes, salvo por la bella Playa Blanca, y continúa de manera sinuosa, albergando en sus recovecos aves y otra fauna marina, formando una nueva península, la ed Guanaqueros, más larga y grande que la de Tongoy, que abre paso a la caleta de pescadores y balneario del mismo nombre, a su vez el inicio de otra inmensa bahía con estupendas y largas playas de arenas claras que invitan a recorrelas, culminando en el condominio y camping de Morrillos. Una privilegiada zona turística cuyoas potencialidades seguramente serán aprovechadas en las décadas venideras.

El grupo nuestro, constituido por familias como las que he descrito, muchos de ellas con sus hijos en el mismo colegio que los nuestros y compañeros de curso de ellos, se reúne con frecuencia a "conversar" el verano, recorriendo los típicos temas estivales, que van desde la política, el deporte, el pelambre general y un meta-análisis de las vacaciones, o sea, un análisis veraniego de las vacaciones. Rompe la monotonía del descanso los viajes a Tongoy a comprar abarrotes o a adquirir algunos de los estupendos alimentos marinos que ofrece el terminal pesquero, pero también, en ocasiones, a comer en algunos de los restaurantes que ofrece el pueblo. Alternativamente, esas comidas tienen lugar en Guanqueros, cuya oferta gastronómica y de servicio parece más organizada y de mejor calidad.

A lo largo de los años, les he comentado a mis amigos, de manera reiterada, exagerada y quizás exasperante – es posible que focalice mi neurosis en ello – que Tongoy es “un destilado de las peores cualidades de los chilenos”: no progresa, los locales son los mismos, las tiendas no mejoran, no hay innovación, no hay propuestas novedosas, todo parece igual que hace cuarenta años. En cambio, Guanaqueros tiene más vida, los restaurantes se modernizan, hasta hay un pequeño supermercado con tecnología más moderna para adquirir los alimentos, en la noche hay se ve una variada y sana diversión, todo lo cual resulta difícil de entender si ambos pueblos están a sólo quince kilómetros de distancia.

Este año, en uno de mis viajes a Tongoy, llevé “a dedo” a tres trabajadoras de Tongoy que realizan labores domésticas para los veraneantes de los departamentos de Puerto Velero. Les pregunté sobre su pueblo, si progresaba o se “quedaba”. Una de ellas, la de más edad - acercándose quizás a los cincuenta - me dice que más bien está estancado. ¿Por qué? indago. No sé, me contesta. ¿Qué van a hacer? insisto. Luego de un par de segundos de vacilación me responde, con un dejo de indisimulado orgullo, que se están organizando para lograr su vieja aspiración de transformarse en una comuna.

En ese momento mis sospechas sobre lo que pasaba en Tongoy dejaron de ser elaboraciones sesgadas mías y comenzaron a tener sustento en el testimonio de este miembro de la comunidad tongoyana. Ese es justamente el problema pensé. Tongoy no progresa porque espera que ese progreso venga de una resolución administrativa del gobierno central, que les permita tener un alcalde, burocracia propia, puestos de trabajo improductivos propios, capacidad de pelear por platas fiscales de manera directa y no a través del municipio de Coquimbo y que esa redistribución de los impuestos nacionales hacia la comuna de Tongoy sea la palanca de desarrollo del pueblo. El mismo error que acaba de cometer el país al crear dos nuevas regiones: la de Arica y la de los Ríos. Esa errada manera de entender la creación de valor por medio de oficinas públicas en vez de emprender actividades nuevas, que en el caso de Tongoy podría ser ofrecer servicios a los casi 500 departamentos de Puerto Velero y los miles de turistas que lo visitan, no solamente en verano, forma parte de una mentalidad castrante de la iniciativa individual y colectiva, que impide mirar las cosas de otra forma.

Curioso, porque Guanaqueros, que seguramente no puede aspirar a ser comuna – está demasiado cerca de Coquimbo para ello – ni siquiera se plantea esa posibilidad, y, en consecuencia, sus habitantes deben desplegar más ingenio e iniciativa, las circunstancias los impulsan a emprender y prosperar sin esperar que los recursos les lleguen del gobierno central, y los resultados están a la vista, como les repito con insistencia a mis amigos.

La capacidad para emprender la tienen todas las personas, pero son las circunstancias externas – las condiciones de borde, en el lenguaje de la física – las que las activan o inhiben, según el caso. Guanaqueros es un casi de emprendimiento exitoso y Tongoy uno de emprendimiento ausente. Uno quiere resolver sus problemas por sí mismo y el otros espera que se los resuelva el papá fisco. Tongoy desilusiona y Guanaqueros estimula.

miércoles, febrero 14, 2007

ISLA DE PASCUA: CULTURA Y FUTURO

Cuando llegué a la Isla, uno de los folletos motivadores turísticos con que me encontré, en el hotel y en la oficina de turismo isleña, decía que Isla de Pascua es el museo al aire libre más grande el mundo. Al principio, esa afirmación me pareció una frase “marketera” sin contenido, pero luego, visitando la Isla y reflexionando sobre ello, me di cuenta que tiene mucho de verdad.

En efecto, gran parte del perímetro costero está lleno de “ahus”, las plataformas ceremoniales donde se ubicaban los moais. Uno de sus volcanes, el Rano Raraku, es la cantera más importante de donde provenía la piedra para tallar los moais, y ahí se encuentran cientos de ellos, algunos en una temprana fase de tallado, aún formando parte de la roca. Los cráteres de ese y otros volcanes eran - y son actualmente, esporádicamente, y de manera recreada - escenarios de ceremonias de la cultura local. La costa contiene cavernas utilizadas por los nativos para refugiarse, en alguna de las cuales se encuentran pinturas rupestres. Caminando por la costa o las laderas de los cerros, es muy fácil encontrarse con piedras que, mirando con cuidado, contienen petroglifos. Los islotes que enfrentan al volcán Rano Kau – Motu Nui Nui (isla grande), Motu Iti (isla pequeña) y Motu KauKau (isla puntiaguda) – formaban parte integrante de las competencias por determinar el clan que gobernaría la isla, pues representantes de estos debían bajar la pared del volcán, cruzar a nado los 1300 metros que la separan de la Isla del Motu Nui Nui, y ser el primero en traer de vuelta un huevo de manutara (pájaros marinos locales, ya extintos), como una manera de establecer el poder por métodos competitivos menos cruentos que las guerras. Es decir, la Isla es, efectiva y casi literalmente, un museo, un museo al aire libre.

La valoración que nuestra civilización le da a las culturas antiguas es cada vez mayor. En parte, porque la situación no es como en la antigüedad, en que una cultura distinta constituía una amenaza para la del lugar, a la que había que destruir para que, por un argumento simétrico, no la destruyera a uno. Hoy en día, por el contrario, la diversidad cultural es una fuente de aprendizaje sobre el ser humano, sus motivaciones, su historia, sus capacidades y su destino. Desde esa perspectiva, parece razonable la valoración y cuidado que le asignamos a esas manifestaciones culturales ancestrales, y que nos preocupemos porque no desaparezcan. La pregunta es ¿cómo?

¿Queremos mantener a esas poblaciones viviendo como vivían antes, durante el apogeo de su civilización? ¿Querrían ellos seguir viviendo de esa forma, o preferirán tomar los elementos de la civilización global que les apetezcan? ¿Nos parece razonable dejar que ellos tomen esa decisión o queremos forzarlos a mantener su forma de vida, como algunos opositores a la central Ralco querían hacer con los pehuenches que vivían en la zona recolectando piñones? ¿Es posible mantener a esos grupos viviendo de manera tan disímil con el resto, con malas condiciones higiénicas, de vivienda, de salud, de alimentación, sólo para que el resto pueda contemplar esa forma de vida, amparados en la diversidad cultural, sin permitirles que se incorporen a nuestro modo de vida, con sus ventajas y desventajas?

Mi respuesta a ello es no. No podemos quejarnos de las miserables condiciones de vida de mapuches, pehuenches o aymaras y simultáneamente forzarlos a mantener sus formas culturales de vida. Lo más probable es que ellos tampoco quieran eso. Mucho más razonable es que nuestra civilización se preocupe de mantener, recoger, clasificar, registrar y estudiar todas sus manifestaciones culturales, y científicamente preservarlas en museos, al aire libre o no, para que todos podamos contemplarlas, admirarlas, estudiarlas, compararlas, criticarlas, y que quienes se sienten sus herederos puedan continuar aportando a ese conocimiento que así estará adecuadamente protegido y no librado a la suerte de los pocos descendientes que recuerden anécdotas, antes que desaparezcan, como ocurrió con los onas y alacalufes.

El museo al aire libre que es Isla de Pascua, desde esa perspectiva, debe profesionalizarse, debe expandirse aún más ese parque nacional a toda la isla, debe protegerse de mejor forma los “ahus”, los petroglifos, las cavernas y los moais, delimitando las zonas peatonales en cada uno de ellos, debe haber guardias que vigilen que no se destruyan los restos de valor arqueológico, debe haber especialistas que se preocupen de estudiar el idioma isleño y que éste se utilice, junto con el español, en la señalética pública (como en Hawai), en fin, deben aprovecharse los avances científicos, financieros y de toda índole que proporciona nuestra cultura global, para preservar de la mejor manera posible la cultura de la isla, pero sin que ello signifique violentar la autonomía de los isleños respecto de lo que ellos quieran hacer con sus vidas.

¿Es posible hacer eso? ¿Quién lo financia? Al respecto, el guía que nos mostró las plataformas ceremoniales y el resto de la cultura isleña, nos dijo que había un proyecto para cobrar 50 dólares por turista que visitara la Isla. A mí pareció una buena idea, porque de esa forma, serían los interesados en ella, que llegan a ella atraídos por esa cultura, quienes financien ese esfuerzo financiero adicional que se requiere. El año pasado la visitaron 45 mil personas, este año ese número probablemente subirá y si finalmente se la califica como una de las nuevas 7 Maravillas del Mundo, la demanda por visitarla continuará en alza. Un parque-museo como Isla de Pascua se merece recibir 50 dólares por visitarlo, aunque se quejen algunos mochileros, que deberán aumentar sus ahorros para llegar. Dos o tres millones de dólares anuales destinados directamente a esas labores pueden hacer una diferencia no menor al escuálido presupuesto que hoy maneja la CONAF y los Parques Nacionales para realizar sus labores en la Isla.

Creo que preservar la cultura de una manera moderna, que paguen por ello mayoritariamente quienes se interesan en ella y que permita preservar algo que muchos consideran un patrimonio de la humanidad, es una buena manera para Chile de mostrar su madurez como nación y su visión de futuro como miembro de la comunidad de países que desea vivir integrado al mundo y aportándole al resto aquello que posee de atractivo.

miércoles, enero 31, 2007

ISLA DE PASCUA: MERCADO Y RESTRICCIONES DE TAMAÑO

Volviendo desde Anakena - la playa más conocida de la Isla - luego de un paseo a caballo por su costa noroccidental bajo las laderas del volcán Terevaca, conversaba con Pantu, dueño del negocio de paseos a caballo, mientras manejaba la pick-up en que nos transportaba de vuelta. Mirando el reforestamiento que se observa en la isla - sobre la base de plantaciones artificiales intensivas, en algunos casos, y aisladas en otros, pero que se han ido reproduciendo por extensión biológica natural - le pregunto a Pantu si algo similar a ese resurgimiento está ocurriendo con la agricultura, pues las tierras agrícolas que recorremos no exhiben los efectos de la erosión y la salinidad a que fueron sometidos en los últimos cientos de años antes del siglo XVIII.

Su respuesta me dejó confundido. Me dijo que las tierras eran efectivamente productivas, pero que los locales de la isla no querían trabajarla. Pero cómo, le digo, si se puede producir, si hay demanda para esos productos, dada la cantidad de turistas que quieren consumir vegetales y tubérculos orgánicamente producidos en los distintos restaurantes de la isla, cómo es que nadie se dedica a ello. ¿Se trata acaso de un problema de precios? ¿No es un buen negocio trabajar la tierra? Sí, es un buen negocio, pero la agricultura requiere un trabajo constante de todos los días, me responde. Pienso para mis adentros, sin revelarle el contenido de mis pensamientos, que me está diciendo que los nativos se han puesto flojos. O sea, le retruco, lo que ocurre es que ganan más trabajando en turismo. Sí, me dice, es más conveniente acompañar a un turista a la playa, o llevarlo a bucear, o hacerle clases de surf, o tocar música en un pub, que levantarse temprano todos los días para trabajar la tierra.

Esa conversación es la que me hizo reflexionar sobre las motivaciones de la población de la isla. ¿Será que sigue patrones distintos de las de otros lugares, y por eso no trabajan la tierra, a pesar de ser un buen negocio? ¿Será que los nativos son distintos a los trabajólicos miembros del mundo globalizado, algo que me resisto a creer, convencido de la universalidad de las principales motivaciones que impulsan a la psiquis humana, como lo ha mostrado la psicología evolucionaria?

En realidad, una de las cosas que ocurren en la isla es que sólo los nativos pueden ser dueños de tierra o propiedades. Esto significa que nadie que venga del continente puede tener su casa propia, o campo propio, u hotel propio, si no es en algún tipo de acuerdo de arriendo o de uso compartido de ese bien raíz con algún nativo. Eso les da a los nativos una protección de tipo monopólico respecto del uso de esos bienes, y así, por ejemplo, el nuevo hotel Explora que se va a instalar en la Isla, será en sociedad con un local. Esto significa que quizás, como nadie pude producir productos agrícolas si no es un nativo y dueño de un terreno apto para ello – ningún continental se vendrá a la Isla con el único propósito de arrendar un predio para producir vegetales – entonces los pocos locales que podrían hacerlo prefieren realizar actividades más lucrativas por menos trabajo. O sea, posiblemente la agricultura tiene una productividad por hora más baja que otras actividades ligadas al turismo. Pero eso, nuevamente, puede ser el resultado de la protección que tienen los isleños, que hace que sean tan lucrativas las actividades turísticas en comparación con las de producción de alimentos, que ello distorsiona artificialmente las productividades.

Entonces, eso me llevó a pensar, si sería bueno que se eliminase esa protección a favor de los isleños. Si así fuera, cualquiera podría comprar terrenos, cualquiera podría poner un hotel, producir alimentos a establecer negocios turísticos. Pero, en ese escenario, ¿qué impediría la aparición de hoteles tipo resort para turismo masivo, la construcción de villas de descanso para europeos ricos que quieran tener una casa de descanso en la isla, la proliferación de motos de agua, de esquí acuático, de comercio generalizado, en fin, que lograría frenar esta especie de sobrepoblación turística? Y, en ese caso, ¿quién impediría un nuevo colapso de Isla de Pascua, en términos de su entorno eco-arqueológico, que es lo que le da valor y que atrajo toda esa actividad inicialmente?

Por ello, parece razonable que existan restricciones en la forma de reglas para saber quiénes pueden y cuánto pueden explotar los recursos turísticos, culturales y arqueológicos que ofrece la isla. La escasez objetiva de esos recursos puede fácilmente, en un ambiente de sobreexplotación, generar una pérdida de una parte importante de ellos, en este caso por erosión humana más que geográfica. Ya pasó hace 300 años, y se hace necesario aprender de las lecciones del pasado. Esto no significa limitar la libre iniciativa al mercado, sino reconocer que habiendo recursos limitados, es necesario cuotear su uso. A algunos les gustaría un sistema de licitación más abierto, a otros les parece bien que los nativos tengan preferencia, pero que es necesario poner reglas, algo que una visita a la isla parece no dejar lugar a la discusión.

jueves, enero 25, 2007

ISLA DE PASCUA: AISLAMIENTO Y FRAGILIDAD AMBIENTAL

Premunido del libro “Collapse” de Jared Diamond, que intenta extraer los patrones que se repiten en los casos de pueblos o culturas que han “colapsado” a través de la historia - y Rapa Nui es una de ellas – comienzo mi viaje a Isla de Pascua. Diamond cuenta la curiosa mezcla de aislamiento y claustrofobia que produce acercarse a Isla de Pascua por avión: rodeado de mar por todos lados, con la incerteza de si el avión tiene suficiente combustible para volver si no pudiese aterrizar, y con la sensación de pequeñez del lugar en medio de la inmensidad del Pacífico. Mientras voy en el avión leyendo ese mismo pasaje del libro, ya próximos al aterrizaje, miro hacia la pantalla que posee la cabina de pasajeros y observo el mapa que muestra a la Isla junto con la silueta del avión acercándose a ella; de pronto me doy cuenta que nunca me había tocado ver en esos mapas un trozo de tierra tan pequeño - acostumbrado a ver trozos de continentes y no pequeñas islas – junto a un avión tan desproporcionadamente grande respecto del sector sobre el que aterrizará. Una extraña sensación recorre mi cuerpo, a la que convergen el asombro junto con la inquietud, la curiosidad junto con la angustia, el entusiasmo junto con la prudencia. La Isla está a 3.700 kilómetros del continente, y a unos 2.300 kilómetros del islote Henderson, que en sus mejores tiempo albergó grupos humanos de no más de 2 o 3 docenas de personas en total. Y, entre medio, mar, .... solo mar.

Ya aterrizado, registrado en el hotel, camino por sus jardines en dirección a la costa, siento esa saludable sensación que me produce la salobre brisa marina penetrando en mis pulmones y observo hacia el horizonte. Mar, .... solo mar. Luego miro hacia mis espaldas, hacia la isla, y el paisaje que observo es curiosamente similar al que se encuentra en cualquier lugar de la costa continental: lomajes suaves y verdes, hasta donde la vista permite ver. Vuelvo nuevamente mi vista al mar, y lo que veo es, para mi sorpresa, el mismo mar que se observa oteando el horizonte desde la costa central de Chile. Es curioso, me digo, la costa y la tierra firme son iguales a las del continente y, sin embargo, las situaciones son tan distintas. Claro, lo que nuestros sentidos alcanzan a advertir de las características físicas de nuestro entorno son muy similares en ambos casos, porque nosotros alcanzamos a ver sólo una fracción del mar que tenemos al frente como asimismo una fracción de la tierra firme que nos rodea. Sin embargo, cuando reflexionamos sobre la real situación de aislamiento y distancia en la que nos encontramos en Isla de Pascua, esas mismas similares características físicas cobran un significado distinto en nuestra mente, porque nos damos cuenta que a pesar que sólo vemos tierra firme cuando volteamos hacia nuestras espaldas, esa tierra se acaba un poco más allá para volver a estar rodeados del mar interminable, y entonces, y sólo entonces, comienza a emerger el inquietante escalofrío emocional del aislamiento, de la limitación de movimiento, de estar, en cierto sentido atrapado.

Entonces reflexiono y me digo: esta es como la diferencia que hace el filósofo John Searle entre sintaxis y semántica, cuando describe su experimento de la “pieza china”. En este caso, la sintaxis son las características físicas del entorno que excitan los conos y bastoncitos de mi retina, y la semántica es el significado que mi mente le da a todo ello, poniendo esas características físicas en contexto, relacionándolas con mi experiencia en el mundo, y con la situación general en la que me encuentro. Por eso, a pesar que lo que veo no es distinto de lo que podría ver desde un acantilado cerca de Horcón, el contexto de toda la situación le confiere a ella un significado que me hace sentir un poco de claustrofobia, una sensación emocional que no puedo transmitirte con fidelidad, y que es necesario que la vivas tú también para intentar capturar lo que quiero decir integralmente.

Con ese contexto en mente, con las explicaciones que Diamond me entrega de la expansión de todas los conglomerados humanos que se esparcieron a Polinesia desde Nueva Guinea, y las dificultades a las que se enfrentaron cuando intentaron habitar islas pequeñas, comienzo a comprender el concepto de fragilidad ambiental que está presente en la historia de la Isla de Pascua y que explica el misterio del colapso de la civilización que la habitó con éxito hasta hace sólo unos 300 años atrás.

En efecto, en tan solo 170 kilómetros cuadrados (alrededor de un quinto de la ciudad de Santiago), lo que hagas respecto de la utilización de los bosques, de las aves marinas y terrestres, del uso de los escasos suelos agrícolas, la relativa negligencia que tengas respecto de lo que ocurra con la erosión, la repercusión catastrófica que eso puede tener sobre tu calidad de vida, pasa a ser vital para tu supervivencia, pero no de manera inmediata, sino pausada, infinitesimal, difícilmente advertible, lo que lo hace aún más peligroso, porque cuando ya te das cuenta del problema es demasiado tarde. Cuando los árboles fueron sobre explotados para fabricar canoas, hacer fuego e incinerar a los muertos, fabricar cuerdas para arrastrar los moais, utilizar sus troncos para construir rieles o camas sobre los que descansaban los moais cuando eran trasladados, cuando los ratones traídos de otras islas se multiplicaron en Pascua y se alimentaron de los cocos de las grandes palmeras de la Isla, impidiendo que su reproducción fuera a una tasa suficiente como para restituir su explotación, los nativos comenzaron a tener dificultades de alimentación, los suelos desprovistos de árboles se erosionaron, las zonas más bajas recibieron entonces el arrastre de las sales de las colinas sin árboles, disminuyendo su aptitud agrícola, la lejanía de otros volcanes o de las plumas de polvo continentales impidieron que esa tierra recibiera nuevos nutrientes, y todo ello se tradujo en hambre y disputas internas entre los distintos clanes que habitaban la Isla, sin posibilidad de volver a salir a buscar mejores horizontes por falta de nuevas canoas, ya que la madera había desparecido, y así, el colapso se hizo irreversible.

Esa frío e implacable relato que hace Jared Diamond, con la ventaja de la mirada en retrospectiva, con los antecedentes que le da ciencia - los palinólogos, zoólogos y arqueólogos y sus laboratorios de última generación – con la comparación que pudo hacer con otras culturas que vivieron situaciones similares, es lo que me hace sentir, con cada paso que doy sobre la Isla, con cada mirada que hago de mi entorno, observando las plantas, las aves y los árboles que comienzan ahora a reforestar la Isla, la fragilidad ambiental en la que se encuentra, la íntima y estrecha relación de los distintos elementos del paisaje - fauna, flora y geología de la Isla – con las posibilidades de cada uno de ellos de sobrevivir o perpetuarse y lo que todo ello significa para las personas que la habitan. Nuevamente, esa sensación que recorre mi cuerpo es una de significado semántico y no de sintaxis física. Es una palpación emocional del entorno por el que camino más que el entendimiento de un paper publicado en una revista científica. Es la comprensión que hago de la información que recojo alrededor mío, procesada por el conocimiento que he logrado acumular a lo largo de mi vida, con la clasificación de esa información en las categorías conceptuales que me resultan más al alcance de la mano. Es, en resumen, la transformación de información en significado, y el significado en estado emocional, es la incorporación de Isla de Pascua y su historia a mi acerbo vivencial . Es, en suma, el proceso cognitivo humano desde una perspectiva monista, en que mente y cuerpo forman parte de un todo que aprehende su entorno, y en el que las conexiones sinápticas de mi sistema nervioso central, los fluidos hormonales que recorren mi cuerpo y el procesamiento conciente e inconsciente de todo ello en eso que llamamos mente, constituyen un todo coherente, que fluye en el medio lingüístico en el que nos desenvolvemos.

¡Qué curiosa mezcla de pesquisa del entorno, con introspección respecto de los fenómenos neuronales y biológicos que animan esa pesquisa! ¡Qué especiales los fenómenos y los meta-fenómenos que esta visita a Isla de Pascua me provoca! Por eso resulta fascinante visitarla.

ISLA DE PASCUA: REFLEXIONES DE UN TURISTA CURIOSO

Visitar Isla de Pascua es de esas situaciones que te ocurren en contadas ocasiones, en la que la descripción intelectual que hagas a posteriori de esa visita no captura toda la riqueza emocional de las vivencias experimentadas. Me podrás argumentar que eso no es tan raro, que uno podría decir eso de cualquier vivencia. Por ejemplo, de cuando uno va a un restaurante. Claro, describir la corvina que te llega a la mesa - la cuidadosa elección que hiciste entre las opciones del apetitoso menú -, indicar cuales con sus aderezos y acompañamientos, no es lo mismo que sentir el placer sensorial de su lujuriosa ingesta. Sin embargo, ir a un restaurante es suficientemente frecuente como para que lo que me expliques o digas sobre ello sea captado por mí, tanto intelectual como emocionalmente, porque ambos habremos vivido situaciones similares muchas veces. En el caso de Isla de Pascua, sin embargo, la brecha entre la descripción de las vivencias experimentadas y la sensación emocional que ellas te provocan es mucho más marcada, justamente por lo distintas e infrecuentes que ellas son, producto justamente de las particularidades geográficas, ambientales e históricas que ofrece la isla.

Eso hace que cualquier historia que te cuente sobre Isla de Pascua sea emocionalmente incompleta, pues las explicaciones que te entregue no son capaces de transmitirte las particulares sensaciones vivenciales que me generó esa visita, pues para ello sería necesario que ambos las hayamos vivido para compartirlas integralmente. Entre ellas está el aislamiento y lo que ello te provoca, la fragilidad ambiental que uno advierte, el contraste entre el entorno socio-cultural con el que interactúas y la civilización global con la que estamos acostumbrados a convivir y la historia que subyace en los diversos sitios históricos o arqueológicos que visitas.

A pesar de las dificultades a las que he hecho referencia, me gustaría comentarte algunas de esas sensaciones, porque la novedad de ellas permiten reflexionar de manera más general sobre los problemas cotidianos de nuestra sociedad, y sobre las encrucijadas que los humanos tenemos que sortear cuando observamos nuestra historia desde una perspectiva más amplia.

Este preámbulo no tuvo como objeto, como podría parecer, ponerme un parche antes de la herida respecto de mis limitaciones lingüísticas - que tampoco pretendo ocultar, por lo demás - sino más bien, intentar alertarte sobre la disposición anímica que deberías tratar de adoptar para que mis descripciones hagan más sentido.

No quiero contarte ni la historia de la isla – para eso hay mucho mejores y más instruidos textos – ni relatar los detalles constructivos o arquitectónicos de los moais ni describir nada de lo que uno puede encontrar en el abundante material más conocido que sobre Isla de Pascua existe, sino transmitirte las reflexiones que un curioso habitante del siglo XXI hace de su visita a la isla, a propósito de lo que la ella le provoca, en contraste y en similitud a lo que es la vida en el mundo complejo e interconectado en el que nos toca vivir. Mi idea es separar estas cortas reflexiones en cuatro partes.

- aislamiento y fragilidad ambiental
- mercado en un entorno cerrado
- cultura y turismo
- prospectiva

Si esta introducción ha logrado provocar tu interés, te invito a comenzar con la primera de las reflexiones de esta corta saga.

lunes, noviembre 06, 2006

Intencionalidad y Formalismo: Un caso Real.

A propósito de la postura intencional, déjame contarte el siguiente caso real que conocí de primera fuente. Un rabino judío ortodoxo que vivía en Chile (yo soy judío, aunque si has leído otras entradas de este blog, te habrás dado cuenta que soy ateo) quiso sacar una tarjeta de crédito en el entonces Banco Israelita (hoy Banco Internacional). Se acercó al presidente del banco y le indicó su necesidad, a lo que el presidente le dijo que no tenía ningún problema, que llenara los papeles y que él se preocuparía de aprobar su solicitud.

Es que tengo un problema, le dijo el rabino. De qué se trata le contestó el banquero. Que no puedo firmar un pagaré, la ley judía no acepta la tasa de interés implícita en el pagaré que debo dejar firmado. Entonces tenemos un problema, le contestó el banquero. Pero yo tengo una solución, le dijo el rabino, tengo un pagaré especial aprobado por los estudiosos, en que no se menciona la tasa de interés.

El presidente del banco lo pensó un poco y se dio cuenta que en realidad no tenía mayor importancia el tipo de pagaré que firmara, porque seguramente el rabino no gastaría mucho dinero con la tarjeta y, en consecuencia, no era muy grande el riesgo que el banco asumiría. Emitió la tarjeta y el rabino comenzó a ocuparla.

¿Qué tiene que ver todo esto con la postura intencional y el formalismo? Bueno, que el pagaré especial que el rabino andaba trayendo, aprobado por la autoridad religiosa, sólo se diferenciaba del pagaré normal en que en vez de hablar de tasa de interés, decía que el titular vendería algo a un cierto precio y que luego lo compraría más caro. Por lo demás, así entiendo que funcionan los pagarés de los bancos de la península arábiga.

Pero vender algo a un precio para recomprarlo más caro después es, intencionalmente lo mismo que la tasa de interés, aunque formalmente parezca distinto. Y si es lo mismo intencionalmente hablando, ¿a quién creía el rabino que estaba haciendo leso? ¿A Dios? ¿Cree él que Dios no se da cuenta que la intención es exactamente la misma? Firmar un pagaré que tiene la misma intención que otro que sea formalmente distinto no cambia el fondo de lo que está haciendo, y por eso, resulta tan peculiar que ello le sea tan importante al rabino ortodoxo.

Esa forma de razonar es muy típica de la gente que tiende al fundamentalismo religioso. Es gente que cree en la literalidad de la Biblia, en la interpretación estrecha de sus palabras, tanto en lo histórico como en lo moral, que les permite justificar situaciones muchas veces inaceptables.

Ese formalismo para entender los preceptos religiosos va de la mano con la intolerancia (no toleran a quienes interpretan la revelación de una manera no literal), y, por eso, creo que las personas fundamentalistas en lo religioso más que compartir creencias religiosas, comparten un cierto tipo de personalidad, más bien intolerante, que engancha con facilidad con la interpretación formalista y literal de las revelaciones religiosas.

Formalismo e Intencionalidad. No es la única manera en que están relacionadas. Pero para hablarsobre eso, necesito otra entrada.

jueves, noviembre 02, 2006

Gasto Electoral y Publicam

Lo ocurrido con la rendición de los gastos electorales del senador Girardi, así como con la de la candidata a senadora Lily Pérez y el candidato presidencial Sebastián Piñera, ameritan una discusión.

I.- Los hechos, de acuerdo a los actores.

Girardi dice que entre los gastos que tuvo que realizar durante su campaña se encontraba el pago de los brigadistas que ponían carteles, ayudaban en el puerta a puerta y otras labores. Eso lo pagó con el dinero que privados anónimamente le depositaron en la cuenta del Servicio Electoral, y que luego éste le traspasó a su cuenta de campaña. Ese dinero debe ser rendido al Servicio Electoral, pues si sobra, debe ser devuelto proporcionalemnte a los aportantes. Para hacer esa rendición, el comando de Girardi eligió no entregar el listado de vales de recepción del pago por parte de los brigadistas, ni tampoco boletas o facturas de ellos - la mayoría no tiene esos instrumentos - sino que se "consiguió" una factura con Publicam, que utilizó para rendir esos egresos al Servel.

Lily Pérez y Sebastián Piñera dicen que contrataron con un Sr. Mouzarkel la instalación de 3 gigantografías, servicio que fue completado en tiempo y forma por éste, pero que al momento de facturar sus servicios utilizó sendas facturas de Publicam - la mitad del servicio a Lily y la mitad a Sebastián, porque la gigantografía contenía una foto de ambos y los comandos habían acordado que en esos casos compartirían su costo - y no facturas propias. ¿Por qué? No lo sabemos, aunque podemos suponerlo. (¿ahorro de IVA?). Lily Pérez le pagó directamente a Mouzarkel la factura de Publicam y Piñera le dejó al Servel que la pagara con los fondos que le correspondían por los votos obtenidos (lo que se ha deonominado rembolso de dinero)

II.- Las faltas, de acuerdo a lo anterior.

Girardi "compró" una factura a Publicam, para rendir el dinero recibido de donantes, y gastado en un servicio de brigadistas contratado por el comando.

Mouzarkel "compró" dos facturas a Publicam para cobrar los servicios que le contrataron Pérez y Piñera.

O sea, en un caso, quien se "consigue" la factura es el comando de Girardi y en el otro es "Mouzarkel"quien se las consigue y no el comando de Pérez o Piñera. Ambos casos tienen similitudes pero son diferentes.

No sabemos si dicha "compra" fue lograda mediante un pago en dinero o favores de otro tipo.

Publicam es una empresa formada de manera irregular (sus socios formales ni sabían de su existencia), que logra timbrar facturas en el SII, y que "pulula" cerca" de políticos, elecciones y contratos con Chiledeportes.

III.- Conclusiones.

La ley de gasto electoral, al forzar que las donaciones se hagan a través del Servicio Electoral, obliga a los candidatos a rendir lo que hagan con ese dinero. En algunos casos la rendición se hace con facturas de servicios efectivamente entregados, y, en otros, con facturas de terceros con el objetivo de cuadrar los números. Ello es formalmente incorrecto, pero no necesariamente fraudulento, a menos que el candidato que no haya gastado el total de las donaciones recibidas, utilice las facturas de terceros con el objeto de no tener que devolver ese excedentes y quedarse con ellos.

Como lo más probable es que no sobre dinero en una campaña electoral, la rendición de Girardi es incorrecta en la forma pero no en el fondo, en el sentido que el gasto respaldado por la factura de Publicam (el pago de brigadistas) efectivamente se hizo aunque Publicam no proveyó de servicio alguno.

Por su parte, Pérez y Piñera efectivamente solicitaron el servicio de colocación de gigantografías, y lo pagaron conforme a lo pactado, aunque se equivocaron al no exigir que la factura fuese emitida por quien entregó el servicio.

Por otra parte, este episodio muestra el ambiente en el que se desenvuelven las campañas electorales. Los proveedores de servicios para dichas campañas toman muchos riesgos, pues no pueden estar seguros que logren recolectar el pago de sus servicios por los comandos, que son organizaciones eminentemente transitorias que deben ejecutar un plan esencialmente cambiante en un período de tan solo algunos meses. Por eso, dichos proveedores son, por lo general, empresas sin gran prestigio, dispuestas a correr los riesgos que empresas mejor establecidas no están dispuestos a tomar, y por no resulta extraño que entre ellas se cuelen casos que rayan en lo delictual, como el de Publicam.

La nueva ley de gasto electoral es una mejoría respecto de lo que había, pues va en la dirección de transparentar las fuentes de financiamiento y el destino de los gastos de las campañas, Los problemas aquí relatados, más que fallas de la ley, son faltas de los comandos, que deben ser sancionadas para inhibir su repetición.

El caso de Pulbicam y Chiledeportes es distinto, no guarda relación con éste, y, al parecer reviste características mucho más graves.