viernes, octubre 27, 2006

La Postura Intencional

¿Has escuchado a los políticos decir que ellos no "califican intenciones" sino que bla, bla, bla...?

Me gustaría argumentar que eso es completamente falso, no porque yo sea capaz de saber lo que piensan los políticos, sino porque voy a afirmar, y espero convencerte que es cierto, que los humanos se pasan la vida casi exclusivamente calificando intenciones.

Si lo piensas bien, nuestro lenguaje es todo intencional, los verbos que usamos son casi todos intencionales. Suponte que yo quiero describir el intercambio de un objeto x entre dos personas, para lo cual puedo decir: le pasó x, le regaló x, le prestó x, le arrendó x al otro, o bien, le extrajo x, le quitó x, le pidió x al primero, o bien, compartió x, robó x o escondió x. Todas esas expresiones se refieren al intercambio de un objeto entre dos personas, y si las miramos desde un punto de vista físico, no hay diferencias entre ellas, puesto que la mirada objetiva de lo que ocurrido con la configuración de partículas que constituye x es que se ha movido de un sujeto al otro. Sin embargo, desde el punto de vista de las intenciones, cada una de esas descripciones se refiere a situaciones completamente distintas.

La razón de ello la da el filósofo Daniel Dennett en su libro "The Intentional Stance". El dice que si queremos tratar de predecir lo que ocurrirá cuando hay un vaso muy cerca del borde de la mesa y está a punto de caerse, adoptamos la postura física, o sea, supondremos que el vaso caerá de acuerdo a las leyes de la mecánica clásica (de Newton) e incluso podremos calcular su trayectoria, velocidad de caída, tiempo que se demora en llegar al suelo, etc. Pero, si queremos predecir el comportamiento de un reloj despertador cuya alarma ha sido fijada para las 7 AM, no nos sirve la postura física, y lo que debemos hacer es adoptar la postura de diseño, o sea, suponer que el reloj - todas cuyas partes se comportan de aucerdo a las leyes de Newton - ha sido diseñado de tal manera que cuando la manecilla horaria llegue a las 7 y la minutera llegue a las 12 entonces sonará la alarma del despertador. A pesar que las partes del reloj siguen las leyes de la física, es necesario conocer el diseño de ese aparato para poder predecir su comportamiento. Finalmente, dice Dennett, si queremos predecir el comportamiento de una persona, no nos sirven ni la postura física ni la de diseño, sino que tendremos que adoptar la postura intencional, o sea, suponer que la conducta de esa persona dependerá de sus intenciones. Cuando miramos a alguien, su mirada, o nuestra lectura de esa mirada, es lo que nos permite predecir su comportamiento, pues calificaremos cuáles son sus intenciones.

En la postura física y de diseño, hay una trayectoria única de eventos que conducen a la predición que hacemos. En el caso de la postura intencional no es así. Por ejemplo, supon que te invito a almorzar y quedamos de juntarnos mañana a las 2 de la tarde en el Rivoli. Si yo quisiera predecir lo que harás mañana a partir de las 13:30 hrs., suponiendo que a esa hora estás en tu oficina y que ella se encuentra en Providencia, yo podría decir que a esa hora te levantarás y caminarás siguiendo la ruta más lógica que se me ocurra pensar desde tu oficina al Rivoli. Pero yo no puedo saber que mañana te levantaste de tu escritorio a las 12:30 y fuiste primero a una relojería que está en el Parque Arauco a revisar lo que le pasa a tu reloj y que luego te fuiste en auto hasta el estacionamineto subterráneo de Providencia y de ahí llegaste al Rivoli a las 14 hrs. de todos modos. Hay innumerables maneras de que tú llegues al Rivoli a las 14 hrs., y lo único que yo puedo predecir es que llegarás a esa hora al Rivoli pero no puedo predecir cómo lo harás.

Entre paréntesis, el hecho que haya innumerables maneras de cumplir con una intención, tiene consecuencias cruciales en las diferencias de los sistemas legales sajones, basados en la jurisprudencia, de los basados en los sistemas formales como el código napoleónico. Pero eso es harina de otra "entrada".

Con ves, lo que hacemos las personas todo el tiempo es juzgar las intenciones de otros. Lo hacemos cuando queremos seducir a nuestra pareja, cuando estamos negociando un contrato con nuestra contraparte, cuando estamos diseñando una campaña publicitaria y tratamos de adivinar las intenciones de nuestros consumidores, cuando un político hace campaña política por la misma razón, cuando miramos a la gente mientras caminamos por el paseo Ahumada y así evitamos chocarnos, etc, etc.

El tener la capacidad de calificar o juzgar las intenciones de otros es una de los rasgos más importantes de nuestra estrucutura psicológica. Se llama "teoría de mente" y describe esta capacidad que tenemos los humanos (humanes, en el lenguaje del español Mosterín) para leer la mente de los otros y poder decir cosas como "Pedro cree que Juan está enojado", o "Antonio sabe que Pedro cree que Juan está enojado", o "María y yo vemos que viene un auto por la calle", etc. Si no tuviéramos esa capacidad, nuestra interacción sería prácticamente inexistente. .. Piénsalo un poco. Es más, como esa capacidad es tan importante para poder convivir en grupos, y como para poder tener esa capacidad tenemos que tener nosotros una mente con intenciones, o sea , tenemos que tener "conciencia", hay algunos pensadores (por ej, Nicholas Humphrey) que sostienen que esa fue una de las presiones de selección que impulsó la aparición de la conciencia en los seres humanos, desde los primeros atisbos ya insinuados por los chimpancés.

Por eso te dije al comienzo, con tanta seguridad, que los políticos están equivocados cuando dicen que ellos no califican intenciones. Es prácticamente lo único que hacen,.... y nosotros .... también.

9 comentarios:

Gabriel Bunster dijo...

No está fácil comentar este texto, que está complejito digo yo, sin embargo noto claramente que cambiaste el auditorio; ahora te diriges personalmente a mi.
Gracias por el gesto.

alvaro dijo...

Herman,

Coincido contigo en que es un signo de sabiduría y madurez aprender a no calificar intenciones cuando no es necesario ni conveniente. Eso significa no exteriorizar esa calificación, y mantenerla de manera privada en nuestras mentes.

La crítica que hice a los políticos (o a quienquiera que haga lo mismo) es al hecho que utilizan una frase que no es cierta: "yo no califico intenciones".

Andrea Brandes dijo...

Que entretenido!!!
Si voy entendiendo bien: los objetos son neutros, nosotros los revestimos de intencionalidad. Ejemplo: cuchillo en manos de cirujano = cuchillo bueno
cuchillo en mano de cocinera= cuchillo bueno
cuchillo en mano de asaltante = cuchillo malo
cuchillo en mano de asesino en serie = cuchillo super malo.

Las leyes de la física, las leyes de la biología, las leyes del diseño...
Curiosamente esas parecen desvanecerse en las relaciones emocionales entre las personas. Dos enamorados, uno en Paris y otro en Santiago, cuando se hablan por teléfono, claramente no están a 12.000 km de distancia. Si se quieren, están cerca, unidos por un vínculo que no tiene que ver con metros más o metros menos. Esos mismos enamorados, si están peleados, aunque estén en la misma piesa, están a no se que término ponerle de distancia.
Entonces, pareciera que hasta las leyes de la física fueran factibles de ser pasadas por el cedazo de la percepción.

Claramente nos llevamos calificando intenciones. Otra cosa es que nos quedemos callados, que no comentemos, que tratemos de ser leales, pero, en la interacción entre los humanos, siempre hay una evaluación mutua. Los políticos no se conocen ni ellos, imagínate la chichita...
En todo caso, Alvaro, califico como tan valiosa tu intención de escribir y de hacernos participar de lo que piensas, sabes y...calificas!
Un abrazo

alvaro dijo...

Andrea,
Piénsalo de la siguiente manera. Nacemos con ciertos concocimientos respecto del mundo que, al parecer, están codificados en nuestros genes.
Por ejemplo, si a un bebé de 3 meses, le presentamos un plátano puesto en una mesa, y luego ponemos un cartón delante del plátano que no le permita verlo, y sin que se de cuenta colocamos un segundo plátano, cuando retiremos el cartón, el bebé se sorprende, lo que no ocurre si sólo sigue el mismo plátano inicial. Eso significa que venimos cableados con una "física" intuitiva, que nos dice, desde que somos bebés, que un plátano no puede, ni ningún objeto, atravesar una pared sólida.
Lo mismo ocurre con una biología intuitiva. Los bebés reconocen aquellos objetos que se "mueven por sí mismos" como animados, es decir, como animales. Por eso, un bebé, quizás algo mayor que el anterior, espera un comportamiento distinto de un gatito que de un autito a cuerda. El primero se sigue moviendo solo, el segundo necesita que le den cuerda.
De una manera similar, las personas estamos cableadas para pensar que las personas (y algunos animales) tienen intenciones que explican su conducta, y, por lo tanto, tienden a leer las intenciones de otros y a calificarlas.
Y, efectivamente, el cuchillo no es neutro desde el punto de vista intencional, pero las personas que tienen un cuchillo en su mano puede tener diferentes intenciones, y es nuestro software mental el que se dedica a averiguarlo.

Mauro dijo...

Alvaro: Llego acá por un post de Andrea Brandes...interesantes tus reflexiones respecto a las intenciones y como son ellas (o desde ellas) el contexto desde el cual interpretamos las acciones.
Si lo que soy hoy, es el resultado de mis genes, de mi aprendizaje, de mi historia....y como no puedo cambiar mis genes puedo hacer palanca en el aprendizaje...cambiar lo aprendido (aprender a des-aprender, le llaman) y como no puedo cambiar los hechos de mi historia, puedo cambiar la interpretacion de los hechos de la historia...y por tanto cambiar mi historia.
La perspectiva que planteas me resulta muy util para reinterpretar mi trabajo desde la intención que pongo en el, además del descubrimiento que representa para mi el descubrimiento de Daniel Dennett y por derivación, llegar a Gould.

alvaro dijo...

Mauricio,
Gracias por tus comentarios.

Ojo, que Dennett y Gould no opinan igual en muchas cosas.

En todo caso, yo me siento más interpretado por Dennett que por Gould.

Mauro dijo...

Asi es....por eso te decia: Gracias por presentarme a Dennet...como siempre me ha gustado conocer el otro lado de la medalla, por derivación llegue a Gould. En eso estoy, revisando mis certidumbres : reafirmando algunas, reinterpretando otras y desechando otras...pero como dijo Einstein: "es mas facil desintegrar un atomo que un prejuicio".
Y acá estoy, leyendo a Dennet y a Gould y abriendome a un campo totalmente desconocido antes de leer tu post.
Excelente y te felicito por la calidad de las argumentaciones, los fundamentos que das y por plantear tus puntos de vista fuerte y claramente.
Eso ayuda.
Atte.
Mauricio

Anónimo dijo...

Álvaro, he llegado a tu blog, por recomendación de otra persona.
Me ha interesado muchísimo el cómo describes y expresas esto de la intención. Pero sin embargo, sumaré la intución, a lo mejor porque vengo del ámbito de la comunicación porque me faltan aristas. La intución es la primera parte. Me falta hablar del lenguaje, o del metalenguaje. Sabrás de Echeverría y la ontología del lenguaje, donde expone cómo nos desplazamos de las intenciones a las inquietudes y cambiamos radicalmente el centro de gravedad del fenómeno al escuchar( como acción a realizar), y una acción puede ser diseñada, porque se basa en competencias específicas que podemos aprender ( vuelco copernicano).
Echeverría piensa que la búsqueda de las verdaderas intenciones ya no tiene sentido, porque cuando se escucha, también se construye una historia acerca del futuro. Es super interesante esto, bla, bla, bla... me gustó.

alvaro dijo...

rosa,
Gracias por tu comentario. Me parece que la intuición a la que te refieres no se contrapone con lo afirmado por mí respecto de las intenciones.
Cuando uno habla de intenciones, está utilizando un lenguaje que es fértil para describir lo que una persona hace, mirado desde el punto de vista del espectador, y también es una lenguaje apropiado para describir lo que uno hace cuando se mira a sí mismo como primera persona.
Saludos,
Alvaro